Encantadora VI.DF. Elizabeth Romero
Por Anasella Acosta
La historia de una mujer de entresiglos que a pesar de sus miedos, su educación católica y sus limitaciones se apropió de sí misma, se reconoció y atrevió a ser “vista , recreada e inventada” por numerosos fotógrafos durante el último cuarto de siglo XX y lo que va del actual. La historia de un hacer fotográfico en un tiempo en el que no había ni becas ni recursos económicos para hacer grandes producciones pero sí una inquietud creativa unida por la amistad. Y la historia de una lucha de género que siendo particular puede ser estandarte. Todo eso es Encantadora IV DF. Versiones sobre Elizabeth Romero, muestra que se inaugura hoy jueves 9 de junio, a las 19:30 horas en el Centro de la Imagen.
“No, claro que yo no soy la autora de las fotografías”, responde Elizabeth Romero en entrevista con Cuartoscuro , “soy quien sale en las fotos”, a veces como consecuencia de un performance, en acciones para cámara o en sesiones exclusivas para los fotógrafos, de todo ello, explica, en ocasiones se ha logrado cierta “complicidad” con los fotógrafos porque “andamos en la misma zona de exploración de la imagen”; y resulta algo que yo tenía previsualizado, como ocurrió con Maritza López quien registró la acción que simboliza un desollamiento, entonces “podría hablarse coautoría pero sólo en algunos casos”.
Romero explica la importancia de reunir la obra fotográfica, captada entre 1981 y 2010, donde la protagonista es ella, más allá de los señalamientos de “ego” que se pudieran realizar: “Reúno esta obra porque sería absurdo haber estado ante los ojos de más de 30 creadores, y que no quedara nada de ello”.
Y es que Elizabeth Romero y su alter ego “la doctora” han sido retratadas por Adolfo Patiño, Lourdes Almeida, Janice Alva, Yolanda Andrade, Ricardo Anguía, Marco Antonio Arteaga, Ulises Castellanos, Jorge Claro León, Armando Cristeto, Alberto Cruzprieto, Marianna Dellekamp, Gilberto Chen, Oliverio Hinojosa, Carlos Jaurena, Gustavo Prado, Manuel González de la Parra, Santiago Rebolledo, Vicente Guijosa, Pedro Meyer, Agustín Martínez Castro, Pedro Olvera, Germán Romero, Martha Claudia Moreno y otros tantos.
Encantadora, explica Romero, es un proyecto en proceso continúo, empezó en 1995 pero no ha terminado, crece o se modifica conforme aparecen nuevas imágenes, lo que no está sujeto a un plan determinado pues: “a excepción de las acciones que realizo para cámara, yo nunca le he pedido a ningún fotógrafo que me retrate, ellos me han buscado y me han pedido que pose o bien ocurre sin que yo me dé cuenta, como en el caso de Pedro Meyer”.
El primer retrato del que Elizabeth toma consciencia de su ser mujer, y que implica romper con ciertas ataduras —dice, “me atreví”— lo realiza Santiago Rebolledo en 1981. A partir de ahí otros amigos le pidieron posar en sesiones fotográficas, a lo que ella accedió por amistad e inquietud creativa, pues cuenta: “Era una época en la que no existían becas, no había apoyos, no había Centro de la Imagen ni Centro de las Artes… no había más que lo que hacíamos, y no había para pagar modelos ni estudios, entonces las relaciones de trabajo eran de colaboración y, sobre todo, de amistad”.
Comparte un poco sobre esa etapa creativa: “Era una época en la que se abrían espacios alternativos en la casa de alguien, una especie de cultura y corrientes subterráneas. Es un momento donde el Sida viene a ser una catástrofe, y la palabra condón no se puede decir, donde no se ha votado a un jefe de gobierno en la capital y el regente es impuesto por el presidente, y no hay Asamblea Legislativa hasta 1997. Escuchar cierta música o leer ciertos libros está proscrito. Hay una necesidad enorme de cambiar las cosas, necesidad del reconocimiento de género, diversidad sexual, diversidad de opiniones, de partidos políticos…”
En ese contexto Elizabeth se descubre gracias a la mirada de otros, se desdobla en la doctora, personaje creado por ella pero advertido por los fotógrafos y descubierto por Yolanda Andrade: “Elizabeth rompe con el rol de la mujer educada para ser sumisa, dar a luz, ser fiel, servir al hombre, plancharle las camisas y complacerlo. Encuentra a la doctora que es sexualmente libre, festiva, gozosa. Y que se convierte en el personaje público, ataviado barrocamente con accesorios de los 20, 30 y 40.
En este devenir Elizabeth, performancera, escritora con vocación de historiadora y arqueóloga, lectora, pensadora, amiga y, sobre todo, mujer, encuentra tres temas que se vuelven su obsesión: El cuerpo, el sacrificio y la virgen de Guadalupe. Los tres presentes —quizá sin proponérselos en la génesis de los primeros retratos pero ya latentes— como hilos conductores en la obra que integra Encantadora.
Sobre el cuerpo, menciona, “ es una experiencia individual ineludible…Con mi cuerpo hablo de la condición de ser mujer… No tengo conflicto con serlo pero sí co los roles asignados y con que te dictaminen que tu cuerpo no te pertenece, que es del Estado, de la Iglesia o del marido. Mi cuerpo es mío. Asumo que soy mujer y elaboro un discurso desde esta feminidad. Si el cuerpo es bello o no, eso no importa, este es el cuerpo con el que trabajo”.
En ese sentido abunda: “El dolor es vía de conocimiento. Si a alguien le molestan las escenas en mis acciones que recurren a la laceración sobre el cuerpo, estas son porque creo que el cuerpo está atravesado de violencia… Hoy el cuerpo en México es un despojo que ha enfrentado una falta de respeto enorme… Hoy es una entidad ofendida; la tortura, la mutilación son ofensas terribles a la integridad de las personas, y se ofende la única sacralizad que en verdad poseemos, el cuerpo…”
Al parecer cada cultura debe pagar una cuota de sangre para agradar a su deidad, expresa Romero para comenzar a hablar sobre el sacrificio. “Ya sea en la religión cristiana, donde el Mesías debe ser sacrificado, o en la cultura prehispánica, en la que se considera que con sangre y corazones extraídos se puede dar de comer al dios, parece que la preservación del género humano no puede ser sin derramamiento de sangre. Hoy, sin embargo hay un dios dinero y un dios poder que no se sacian con la sangre de más de 40 mil muertos ni con la sangre de los más desposeídos”.
Con la Virgen de Guadalupe Romero habla sobre “una identificación de género y una afinidad histórica. Hay un reconocimiento en una deidad femenina porque en el patriarcado el padre se vuelve ausencia o amenaza”.
Y sí, Elizabeth Romero, lo admite: “Me importa trascenderme, no la trascendencia, si no trascenderme en lo cotidiano; ser mejor persona que la que era ayer, estar mejor refinanda, más sapiente. Y en la fotografía está latente esa posibilidad de trascender en la inmediatez, pues el tiempo que se captó es un tiempo finito, pasado; todas esas que fui, que están en los retratos, y de las que me hago responsable, felizmente ya no soy”.
La historia de la mujer que es Encantadora “asume que no siempre va a verse hermosa ni grata a la mirada. Asume ciatrices, celulitis, imperfecciones. No omití las fotos que me veía gorda o despeinada, porque esa fui yo en cada momento. Cada arruga y cada cicatriz está hecha de vida”.
En esta versión de Encantadora se exhibirán 50 fotografías, de las 100 que integran todo el proyecto, y que han visto luz en diferentes publicaciones y han estado expuestas en numerosos museos, e incluso viajado al extranjero; además se mostrarán dibujos, arte-objeto, documentos y video.