Vuelo de imaginaciones: Adolfo Pérez Butrón
Fragmento del texto de Luis Enrique Ramírez publicado en la revista CUARTOSCURO 08 (septiembre-octubre 1994)
Abre Adolfo Pérez Butrón su portafolio y estallan los colores.
«Este es mi trabajo comercial», indica, «éste, el personal». En ambos se manifiesta una obsesión por la belleza. Fotógrafo favorito de las estrellas del espectáculo, da muestras repetidas —jamás repetitivas— de la simbiosis que puede existir entre la fotografía artística y la comercial. Si su carrera ha sido marcada por la foto de modas, ahora muestra a Jesusa exhibiendo un elegantísimo vestido de firma en medio de un montón de pollos muertos; después, Jesusa y una tortuga masacrada representan La Piedad de los noventa; enseguida, condones multicolores en forma de paletas o de flores imponen la vanguardia del sexo seguro en manos de rubias y espigadas modelos con sus respectivos diseños exclusivos.
Dos temas han determinado el trabajo individual como fotógrafo de Adolfo Pérez Butrón: la mexicanidad y el sexo seguro. El primero lo expuso en Fotoseptiembre del año pasado, con una serie de guerreros aztecas. El segundo lo ha manejado sobre todo en la revista Viceversa —y próximamente en publicaciones de corte
gay — y ahora mismo es exhibido en la Universidad de Colorado, en la muestra «El Arte Mexicano en los Tiempos del Sida.»
«A nivel fotográfico, sólo el Taller de Documentación Visual y yo hemos buscado en torno al tema de la prevención del sida y desacralizar el asunto del condón», señala. Una de sus fotos fue empleada en el cartel del Día Mundial del Sida en 1993.
«La serie en torno al sexo seguro es de las cosas que ya no voy a soltar. Ni la manera de hacerlo, que es seria pero con su contenido lúdico y de rescate de nuestro humor muy mexicano. No es que quiera aligerar el asunto pero, si ya es parte de nuestra vida, pues integrémoslo de una manera menos horrorizada»
¿Por qué la obsesión con el color?
Ahí hay una posibilidad de conexión con lo prehispánico, con lo mexicano y nuestra sensibilidad al color. He venido reconociendo esos procesos dentro de mí, reconozco mi sangre y si vibro con algo es con el color. Me gusta la foto en blanco y negro pero cuando veo ese rojo encendido, o un azul que me transmite cosas, es otro lenguaje muy válido, y las saturaciones que puedes conseguir, y cómo puedes reforzar un mensaje.
El blanco y negro, como expresión artística o dramática, es una forma muy válida también y muy vigente y muy necesaria, porque al revés del color no te distrae, es mucho más transparente y ahí sí puedes calificar directamente cualidades estéticas o artísticas sin lo engañoso que puede ser el color de repente.
En los ámbitos de la fotografía artística se menosprecia el color. Pienso que esas son ideas ya no tan vigentes, como el prejuicio este hacia la foto de moda, por ejemplo: ahora vemos que es un ámbito muy competido, donde los buenos son cada vez más buenos y son fotos que están colgadas en museos, que hacen con ellas libros de arte y son piezas de colección, etcétera…
Ni el color le va a quitar su importancia al blanco y negro ni el blanco y negro al color. Cada uno tiene su lugar, son lenguajes que comparten códigos, aunque viéndolo así muy objetivamente son dos técnicas, cada una con sus valores y limitantes. Tan válido es expresarte en una como en la otra y brincarte de una a la otra y divertirte lo más que puedas.
En mi caso, qué mejor que poder producir fotos que reúnan todos los requisitos estéticos pero sobretodo, y más allá de cuestiones técnicas y de gusto artístico, pues que sirva de algo la foto. Evidentemente hay cosas que no voy a hacer, que no estoy dispuesto a hacer ni siquiera comercialmente. Pero trabajar con gente me parece que es lo mejor que me puede suceder..