ARTURO VELÁZQUEZ, FINALISTA DE LOS SWPA

Por Ana Luisa Anza
Sin proyecto personal concreto en mente, Arturo Velázquez se mudó de la Ciudad de México al pueblo natal de su padre, Mecapalapa, enclavado en la Sierra Norte de Puebla, para ocuparse como psicólogo en el Sistema Municipal para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF). Allá disfrutaba de las sencillas conversaciones de los 3 mil 100 habitantes, su amabilidad, sentido del humor, y la comida natural. Rumbo al hogar, una casa rentada en la loma, sin Internet, ni señal, ni teléfono, sus únicas preocupaciones eran el dengue y las mahuaquites, víboras venenosas de las que sólo encontró un ejemplar, ya muerto, a 50 metros de donde vivía. 
Fue quizá mientras abordaba temas de su labor –el uso correcto del condón y la pastilla de emergencia, violencia de pareja, comunicación asertiva, plan de vida, estrategias para mejorar la relación entre padres y madres e hijos– que empezó a gestarse un proyecto que entonces aún no tenía forma pero que hoy lo ha llevado a ser uno de los mexicanos finalistas de los premios Latin American Professional Award de Sony World Photography Awards (SWPA) 2020, en la categoría de Medio Ambiente, con su serie “Déjanos ver”. Los resultados del certamen se darán a conocer el 9 de junio.
“Me gustaba encontrar animales en la carretera –a veces muertos, otras cruzándola, y otras recorriéndola por la vereda– pero me debí haber parado mínimo unas 30 veces sólo para verlos y acercarme a ver cómo reaccionaban. Si estaban muertos, me los llevaba para retratarlos, pues aunque sentía tristeza, pensaba que no había que olvidar su belleza”, explica. “Quería `tenerlos´ de una manera en que no las lastimara, e intervenir lo menos posible con el orden impuesto por la naturaleza. Y eso me dejaba estar concentrado en mi trabajo. Me gustaba mucho y sentía que hacía bien a las personas con las que intervenía”. 
Aún no lo sabía lo que ocurriría cuando en marzo de 2019 le pidieron diseñar un taller enfocado en el adulto mayor: cambiaría sus procesos creativos. Muchos de los adultos que veía seguían laborando en el campo, algunos aburridos por los estragos de la edad, otros con una sensación de abandono por parte de sus familias. Así que consideró que necesitaba trabajar en la autoestima de los mayores y, sutilmente, la aceptación de las pérdidas como parte de la vida, y de la muerte, como el último paso que todo ser humano debe dar. 
“Les preguntaba cuáles reconocían como los logros más importantes que habían alcanzado o todavía quisieran alcanzar, qué cosas les gusta compartir más con su familia, y cómo les gustaría ser recordados”, explica. “Al final del taller, se retrataría a cada adulto mayor, para más adelante obsequiarles el retrato con una pequeña semblanza de lo que nos habían compartido durante el taller”. 
Así, Arturo tuvo la oportunidad de conocer la historia de 100 adultos mayores y el gusto imprimirle a cada uno su retrato. Parecía que hasta ahí daba la historia, pero no, pues sentía la necesidad de ocuparse más de sí mismo y llenar cierto vacío con una de las cosas que más disfruta en la vida: la fotografía. 
“Un viernes o sábado por la tarde, vi juntos por primera vez los retratos de los adultos mayores con los que trabajaba y los de los animales muertos que ya venía coleccionando desde antes e inmediatamente vi una relación entre ambos”, relata. “Me parece muy trillado decir que fue `inconsciente´, pero creo que así fue. Simplemente fui haciendo lo que me gustaba, sin pretensiones, sin cuestionármelo. Y empecé a jugar, a editar, poniendo unas junto a otras, moviéndolas, sumando y restando, tratando de encontrar una selección que a mi parecer demostrara mi respeto y admiración por los adultos mayores, por la madre naturaleza, y nuestra relación como seres humanos con ella y con la muerte”.
Lamentablemente, y como ocurrió y sucede aún en muchas comunidades del país, el crimen organizado comenzó su proceso de expulsión, el cual finalizó en octubre de 2019. Apenas cumplía un año en el pueblo cuando se vio forzado a abandonarlo.
“Tuve que cambiar de vida y estar más consciente de que en este país, la muerte, sobre todo con violencia, pasa de ser una posibilidad, a una probabilidad”, comenta. “Extrañamente, me siento en paz ahora que estoy consciente de ello. ¿Qué puedo hacer? Viví de la mejor manera que pude siendo honesto, dedicado, y respetuoso, y eso no garantizó nada. Aun así, es cómo deseo recorrer mi camino, y eso me da la seguridad que necesito para seguirlo”.
De regreso a la ciudad en la que nació y en la que no necesariamente se siente más a gusto, siguió editando su trabajo, como una especie de capítulo intermedio de un libro en torno a la aceptación de su propia muerte dentro de un contexto de violencia en México. 
“Es un proyecto que vengo trabajando desde 2018 y que de momento acapara toda mi creatividad”, dice. “En esta serie en específico, estoy eligiendo en base a la textura, la forma, la expresión de las personas para generar cierta atmósfera, o rasgos similares entre el animal y la persona, y aunque sólo he vuelto una vez a la región, todavía quiero seguir produciendo un poco más”. 
*Después de estudiar en la UNAM, empezó su trabajo como psicólogo y fotógrafo voluntario en comunidades afectadas por fenómenos naturales. Se enfocó en los trastornos de ansiedad y trauma, y en la fotografía documental, aborda constantemente temas de salud mental de manera creativa. Actualmente se desempeña como psicoterapeuta particular desde lo cognitivo-conductual y la terapia breve sistémica, y desarrolla trabajos documentales independientes.
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