CONSAGRADAS, MARCELA TABOADA
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Si bien sabemos bastante de monjas tan ilustres como Sor Juana Inés de la Cruz o Santa Teresa de Ávila, poco conocemos de la vida cotidiana de las monjas anónimas, y menos aún en el siglo XXI. ¿Cómo viven detrás de los muros de los conventos? ¿A qué dedican sus horas y sus oraciones? ¿Quiénes son ahora las esposas de Cristo que siempre han sacrificado el mundo por su fe?
En la exposición Devoción, las monjas de clausura en Puebla, abierta en el Museo Internacional del Barroco, Marcela Taboada se propone mostrarnos lo invisible y lo prohibido a los ojos profanos, a través de imágenes que sólo existen gracias a la colaboración de las monjas poblanas.
El suyo fue un trabajo prolongado y prolijo, que curiosamente mezcla la osadía del voyeur con el respeto por estas mujeres apartadas de la mirada ajena.
Sus fotografías resaltan, a un tiempo, la plasticidad de los conventos, la belleza de una ciudad rebosante de colores encendidos, y la aspereza del trabajo cotidiano, duro, casi viril que cumplen estas mujeres para sobrevivir. Contrariamente a lo que puede pensarse, la vida en los conventos también implica alegría, juego y hasta travesuras que el Señor perdonaría sin vacilación.
Lejos de la mirada de Marcela Taboada está el morbo con que algunos juzgan a las monjas en un siglo que parece haber perdido la fe y la gracia. La artista se ha sometido a la disciplina de las hermanas para llevar a cabo esta empresa tan singular como inédita. Y a su vez, poco a poco, las monjas se han sometido con rigor a las invitaciones de la fotógrafa para posar ante la cámara, sea con sus atuendos habituales o ataviadas como las antiguas monjas coronadas. De un lado y del otro, la entrega ha sido el resultado de una complicidad creadora, ganada a pulso.
La muestra permanecerá hasta el 19 de mayo.
Fabienne Bradu.
En la exposición Devoción, las monjas de clausura en Puebla, abierta en el Museo Internacional del Barroco, Marcela Taboada se propone mostrarnos lo invisible y lo prohibido a los ojos profanos, a través de imágenes que sólo existen gracias a la colaboración de las monjas poblanas.
El suyo fue un trabajo prolongado y prolijo, que curiosamente mezcla la osadía del voyeur con el respeto por estas mujeres apartadas de la mirada ajena.
Sus fotografías resaltan, a un tiempo, la plasticidad de los conventos, la belleza de una ciudad rebosante de colores encendidos, y la aspereza del trabajo cotidiano, duro, casi viril que cumplen estas mujeres para sobrevivir. Contrariamente a lo que puede pensarse, la vida en los conventos también implica alegría, juego y hasta travesuras que el Señor perdonaría sin vacilación.
Lejos de la mirada de Marcela Taboada está el morbo con que algunos juzgan a las monjas en un siglo que parece haber perdido la fe y la gracia. La artista se ha sometido a la disciplina de las hermanas para llevar a cabo esta empresa tan singular como inédita. Y a su vez, poco a poco, las monjas se han sometido con rigor a las invitaciones de la fotógrafa para posar ante la cámara, sea con sus atuendos habituales o ataviadas como las antiguas monjas coronadas. De un lado y del otro, la entrega ha sido el resultado de una complicidad creadora, ganada a pulso.
La muestra permanecerá hasta el 19 de mayo.
Fabienne Bradu.