AMANECER CHINAMPERO

Crónica por María José Martínez

De noche todos los gatos son pardos, en particular uno, el gato negro que merodeaba esa madrugada en el embarcadero Cuemanco, esperándolos. Uno a uno fueron llegando por orden del fotógrafo Leonel, como si hubieran sido reclutados por el servicio secreto y después hubieran destruido la pista que indicaba hora y lugar: 05:30 am en los arcos frente a la pista de canotaje Virgilio Uribe, domingo. Algunos venían desde Veracruz, otros del Estado de México.

Una noche antes les advirtió que fueran abrigados: “a esa hora hace demasiado frío en las chinampas, de preferencia usen botas y calcetines gruesos, cubran sus pies con una bolsa de plástico, eso impedirá que sus pies se humedezcan”. Esas instrucciones, tan simples, evitaron que el frío hiciera de las suyas esa madrugada… eso, y el té limón con miel de agave que les ofreció, bueno, y los cocoles de anís y tamalitos de frijol y quelites que fueron preparados a mano por familias xochimilcas especialmente para la ocasión.

Leonel ofrece desde hace diez años modelos poco convencionales de salidas fotográficas en Xochimilco, como un intento por acercar a los visitantes a una maravilla que pareciera creada por la naturaleza pero que fue hecha por el hombre en tiempos prehispánicos. La red de canales acuíferos en el lago de Xochimilco es un ejemplo de la intervención del ser humano en su entorno.

Todas sus rutas son diferentes y como buen explorador se dedica a buscar nuevas. “Mi Abuela vendía cervezas y refrescos en la zona chinampera y mucha veces los conocidos y amigos le contaban de diferentes rutas por los canales. En Xochimilco hay una extensión tremenda de vasos comunicantes y lagos en los que fácilmente uno se puede perder. Si llegáramos a la Isla de las Muñecas, el recorrido tiene una duración en promedio de hora y media para llegar hasta allá; son diferentes rutas que vamos teniendo en las salidas fotográficas y cada una se adecua a la temporada”, dice Leonel mientras señala que la mejor época del año para apreciar “un amanecer chinampero” es en los últimos meses o a principio de año.

A las seis de la mañana, el grupo ya tenía más forma y habían comenzado a despabilarse del sueño. Algunos empezaron a interactuar… la fotografía es capaz de unir hasta los más desconocidos entre sí. Esa era la razón por la que un grupo de personas se habían reunido un domingo de madrugada: hacer foto y no cualquier foto… un paisaje que ansiosamente sería revelado minutos después porque el descubridor había hecho su previa tarea muy bien, hallar un ápice de tranquilidad en medio de una ciudad tan bulliciosa como lo es, en defecto, el Distrito Federal.

Con una nocturnidad silenciosa, esas horas son territorio de las garzas y aves que apenas despiertan; el espejo de agua de los laberintos líquidos de Xochimilco es un jardín que desea revelarse, por suerte, este grupo de fotógrafos está a punto de presenciarlo. De pronto el graznido de una grulla los pone alertas.

Algunos alistan su cámara, Leonel los guía en cuestiones técnicas, les habla de la temperatura de la luz, el diafragma, la velocidad de disparo, “podrían utilizar un ISO alto para que el movimiento de la trajinera no vibre sus fotografías”, dice. Cada alumno es especial para él, y ha tenido, en sus palabras, “muchos, demasiados… La satisfacción más grande al ser tallerista es que las personas amen la fotografía, como yo. Soy el único de mi familia que se dedica a esto”.

Él bromea con ellos, les dice que sus rasgos (los de Leonel) se asemejan a los del Niñopa, una imagen del Niño Jesús con rasgos indígenas, venerada por los xochimilcas desde el siglo XVI… ambos, morenitos y de mentón redondo. Su vida y su fotografía están ligadas a los canales que se entrecruzan en las chinampas, las fiestas tradicionales de Xochimilco, su gastronomía y su gente.

En el papel de comandante de esta misión, Leonel les da algunos detalles cartográficos del lugar. “En la frontera con el embarcadero Fernando Celada, hay una zona en donde llegan los gansos y los pelícanos canadienses. Ahora no se ve porque hay poca luz y tenemos bancos de niebla”, su explicación la interrumpen los sonidos de los “perros de agua”, una especie de ave similar a los pingüinos, con colores grises ‘tornazulados’; su graznido se asemeja a un ladrido.

La trajinera atraviesa casi flotando “el mar” de Xochimilco… Si se viera desde un vista aérea, los canales forman una parrilla de barro y raíces por las que fluyen las aguas que, en tiempos de Tenochtitlán, eran cristalinas. Ahora el lirio, la basura generada por locales y visitantes, el ruido estruendoso de las bocinas de quienes buscan la fiesta, han convertido a Xochimilco en un resquicio de lo que solía ser.

“En algún momento durante uno de los primeros talleres, una señora me dijo ‘oiga, ¿los mariachis?’, y yo le contesté que Xochimilco no era sólo eso. Este tipo de salidas fotográficas sirven para generar conciencia de lo que existe, el patrimonio con el que contamos, para así poder entender y mirar Xochimilco desde otro ángulo”, un paisaje construido por las manos del hombre, como Leonel se refiere a las chinampas y sus canales.

“A partir de este tipo de experiencias se puede revalorar esa herencia cultural prehispánica. Es necesario además regular el turismo, pues muchos vienen y tiran basura o el volumen de sus grabadoras es demasiado fuerte y esta es una zona de ruta intermedia para las aves migratorias; todo eso impacta a la región”, explica.

En esta experiencia de vida, como él la llama, es en donde uno se enfrenta a un Xochimilco diferente, “no uno de mariachis y borrachos”, enfatiza Leonel, quien recibió además en 2013 un apoyo para realizar un documental en animación sobre tradiciones de Xochimilco y un audiovisual al que tituló “El Jardín Secreto”. Actualmente trabaja en un proyecto documental para niños acerca de los ajolotes, del náhuatl «axolotl», que significa ‘monstruo acuático’, especie anfibia nativa de Xochimilco que se encuentra en peligro de extinción, y planea también la realización de un proyecto de programas piloto para la difusión cultural de Xochimilco, Milpa Alta y Tláhuac.

Para ser parte de sus talleres no necesitas tener conocimientos previos de fotografía. Hay alumnos, según cuenta, que la primera vez que participan no traen siquiera una cámara y hacen fotografía directamente con su celular. “Lo primero es mostrarles el encuadre para introducirlos a la fotografía, y lo hago con el juego de las manos”, Leonel forma un rectángulo con los dedos de ambas manos, que después lleva a la altura de sus ojos simulando encuadrar una fotografía imaginaria.

Resulta extraño imaginar que alguna vez este fotógrafo quiso ser sacerdote, afortunadamente para quienes serían sus alumnos en un futuro, se dio cuenta de que esa profesión estaba errada. “Mi abuela era muy dada a ir a las peregrinaciones y todo lo que había entorno a la religiosidad popular. En algún momento consideré ser sacerdote, aunque en un retiro mixto me di cuenta de que no era mi vocación”, dice, “sin embargo, tenía esa necesidad de poder explicar lo que yo veía y sentía”, le llevó años comprender que eso se convertiría en su definición de ‘fotografía’.

Su padre le dio su primera cámara, y por lo menos los tres rollos que utilizó, los veló. “Fui uno de esos fotógrafos de acierto y error”, historia similar a la de la mayoría de los colegas, nadie nace sabiendo cómo hacer fotografía.

Durante el recuento de sus anécdotas, el sonido de las palanquetas que utilizan los remeros para quebrar el agua a su paso, se escucha tenuemente… el basto silencio todo lo engulle. La conversación entre ellos también es queda y casi monosilábica. Uno relata, “hoy me desperté a las 04:30 de la madrugada, vivo a unos cinco minutos del embarcadero. A Leonel lo conocemos desde hace un año…”, el remero mira hacia adelante cuidando el trayecto de la embarcación, “hay veces en que la neblina no deja ver casi nada”, advierte.

El dueño de la trajinera, Miguel Ángel Soriano de 56 años, es nativo del barrio de San Esteban en Xochimilco, y cuenta que conoció a Leonel años atrás. Dice que se siente orgulloso de su origen, “es un gusto ser xochimilca, por eso quisiera que todo esto mejorara por el bien de la comunidad, por todos los que nos visitan”.

Aunque desafortunadamente, no todos los que visitan el embarcadero conocen esta actividad. “Yo soy de Xohimilco, me gusta la fotografía y jamás había escuchado de este tipo de salidas fotográficas”, dice uno de los alumnos, lo que deja ver que la falta de difusión es grave. Leonel ha sustentado las salidas sólo con sus recursos, eso incluye además talleres de Fotografía Básica, Rutas de fotografía Gastronómica, y los Recorridos de Fiestas religiosas, cuyo número asciende a cuatrocientas fiestas por año.

El “fotógrafo de Xochimilo” no siempre fue maestro, alguna vez ejerció también el fotoperiodismo. Hace 18 años trabajó para Agencia 21 de donde aprendió quizá la actitud aguerrida de un “hacedor de imagen”. Un día le tocó cubrir la lucha libre, uno de los luchadores lo alcanzó a patear y le rompió así las costillas flotantes, “pero seguí haciendo foto… resultado, una fisura”, añade, “dejé el periodismo para dar clases en universidades y continuar como tallerista”.

Actualmente trabaja en el desarrollo de su proyecto “El Paraje”, un terreno que rescató a orillas de los canales de Xochimilco en donde dispuso un cuarto obscuro para revelado y ampliación. En un futuro planea implementar talleres de procesos fotográficos antiguos como Cianotipia, Van Dyke, Goma Bicromatada y Palladio. Además de los talleres de Arte Objeto, el de Paisaje Chinampero con dibujo, Animación Cinematográfica y los sustentables Talleres de Ecotecnias. Leonel ve en “El Paraje” un fuente de inagotable inspiración fotográfica.

La bruma comienza a evaporarse, el frío de madrugada que antes era ya no lo es. Es el momento previo al amanecer, lo anuncian las decenas de aves con sus característicos graznidos. Aun está obscuro, pero… “ya viene, estén atentos, cuando menos lo esperen lo van a ver”, les dice Leonel, por lo que se alistan con cámara en mano y correa en cuello. ¿Atentos a qué? A eso que emergería justo cuando la trajinera diera vuelta en un canal más pequeño que conduciría a una laguna.

«La fotografía es parte de un todo, como un juego de imaginaciones, historias y narrativas, tradiciones, mitos y leyendas, es como meter todo en un solo saco», dice Leonel. Instantes después… una llamarada comienza a encenderse en el cielo, las aves anuncian el término del crepúsculo, toda esa vida se refleja de forma líquida en el espejo lacustre. La trajinera se detiene frente a la chinampa más cercana, la postal fotográfica queda en espera de los alumnos que detendrán el tiempo a su antojo con ayuda de sus cámaras. Es el amanecer chinampero el regalo para aquellos que empezaron este día de madrugada.

Para conocer más de Leonel García y las actividades que organiza, contáctalo a través de su sitio oficial en Facebook, o en el correo galeon35@gmail.com. Celular: (044) 55 3242 6449