Reflexiones sobre el fotoperiodismo contemporáneo en México

Pedro Valtierra

Después de varios años de hacer fotografías para la prensa de este país, y seguir el pulso de los temas sociales y políticos del momento, insisto en creer –en pleno siglo XXI– que, para hacer fotografía no es suficiente tener la cámara más espectacular y una tarjeta con la más vasta memoria. Hacer foto, y quiero referirme sobre todo a la foto de prensa, requiere un equipaje personal mucho más sofisticado: concepto, conocimiento y sentimiento llevan a lo que realmente es crear con luz.

A esa cámara, a esa simple herramienta de trabajo, le hace falta la intuición, la educación visual, el saber del mundo, las ganas de descubrir y comprender que la labor de un fotógrafo va mucho más allá del disparo del obturador.

Corte de pelo por un  peso en la  Calzada Ignacio Zaragoza 1978, México DF, © Pedro Valtierra/CUARTOSCURO.COM
Corte de pelo por un peso en la Calzada Ignacio Zaragoza 1978, México DF, © Pedro Valtierra/CUARTOSCURO.COM

La cámara, un mero instrumento, requiere estar acompañada de un compromiso que va más allá de la foto en sí misma, más allá de nosotros mismos. Además de sus cualidades técnicas, la foto de prensa hoy tiene la obligación de desbordar un contenido, de hacer llegar información, puntos de vista, detalles que a la lectura y a la voz pasan inadvertidos.

El fotógrafo de prensa no puede conformarse con cumplir. No puede pensar que su trabajo es sólo llegar, tomar una foto y marcharse. Para convertirse en los ojos de quienes ven los diarios, el fotógrafo tiene que involucrarse, saber su cuento, conocer la historia, mantener el respeto, permitir que los demás se conmuevan, se enojen, se informen, se indignen, se sonrían. En fin, que comprendan.

No, no es suficiente tener una cámara y dominarla técnicamente. Quien hace fotos en la calle cuenta entre sus mejores armas con el conocimiento de los temas, con la búsqueda de la vida, el sabor, el dolor, la lucha, la pasión, el gusto, con las vibraciones que la calle desprende para ser aprehendidas.

Insisto en esto porque veo que muchos jóvenes se preocupan más por el tipo de cámara que por tener inquietudes de tipo social. Hace falta la conciencia, el compromiso, el trabajo de informarse para informar, el dejarse atrapar por la vida para poder mostrarla en imágenes a los demás.

Eso es en cuanto a su labor como trasmisores. Hay también otra labor que estamos descuidando. Quienes llevamos muchos años en el oficio quizá tengamos un poquito, sólo un poquito más de conciencia sobre la creación de documentos históricos, su permanencia y su supervivencia.

Hoy con tantos adelantos tecnológicos y cuando el mundo está más fotografiado que nunca, corremos un gran peligro: perder la memoria fotográfica por la falta de conciencia y conocimientos verdaderos para guardar adecuadamente nuestras imágenes, archivarlas. Si no hacemos algo por remediarlo, quizá las siguientes generaciones se estén lamentando de un vacío en la historia.

Quiero volver un poco al pasado para que quienes son muy jóvenes ahora comprendan lo que no hace tantos años implicaba ser fotógrafo de prensa. En esa historia está quizá la razón del valor que se le debería dar a la preservación de la imagen.

Tomar fotos y enviarlas fuera de la ciudad, o desde otro país, era prácticamente una odisea. Además de preocuparse por contar con suficientes rollos (¡de 36 disparos!) y de que estos fueran del ASA adecuada, había que improvisar un laboratorio, cargar con los químicos y saber prepararlos, revelar, imprimir y, sobre todo, valerse de los medios menos ortodoxos para enviar las fotos al periódico, agencia o revista.

Trabajar con la foto era complicado. Se necesitaba paciencia y capacidad para la toma, el revelado, la impresión y el envío. Pero al final quedaba siempre una constancia del trabajo: negativos, transparencias, originales. Aunque en muchos casos por la premura se descuidó su resguardo, es indudable que hoy conocemos gran parte de nuestra historia reciente gracias a aquéllos que se preocuparon por conservar su trabajo. Ahí están no sólo los archivos de los Casasola o los Mayo, sino los de muchísimos fotógrafos que dan cuenta de los acontecimientos.

¿Qué pasa hoy? Lo que veo y oigo me asusta, la misma facilidad para hacer fotos existe para deshacerse de éstas. La filosofía consumista “usarse y tirarse” pone en peligro la preservación de las imágenes. Además, no está comprobado que los archivos digitales tengan una garantía de futuro. Eso más los cambios tecnológicos que hacen obsoleto lo que apenas hoy era novísimo.

Hasta aquí dos puntos en los que insisto: el no privilegiar la herramienta de trabajo sobre la idea, y la necesidad de preocuparse por la preservación del material.

Otro punto que creo indispensable para comenzar en este camino, es el conocimiento de la historia de nuestra profesión, de un oficio que tiene una larga trayectoria en el país. Y también, por supuesto, de la historia política, social del país.

Me gustaría contarles una parte, sólo una parte de la historia del fotoperiodismo en México. Más que como nostalgia “todo tiempo pasado fue mejor”, quiero relatarlo porque pienso que conocer el pasado amplia la perspectiva.

En esos años, a mediados del siglo XX, la vida para la fotografía periodística en particular, era muy difícil, peleábamos por espacios en el periódico y en una que otra revista dispuesta a publicar sin crédito y sin pago; pero lo que queríamos era que la foto se viera, que fuera información y dijera algo.

Por supuesto, no había galerías, museos ni otros espacios donde mostrar ni difundir la foto en general. Eran pocos los privilegiados que habían expuesto o que tenían la posibilidad de que sus fotos se colgaran en las paredes. Pensar en la venta o la publicación de nuestras imágenes más allá de las páginas de un diario era ingenuo.

No había espacios; teníamos que abrirlos, crearlos, construirlos; teníamos que pensar que el fin no era nada más la página diaria sino otros espacios, y lejos de sentarnos a esperar buscamos opciones. Me refiero a finales de los setenta, cuando estábamos en unomásuno. Es necesario precisar que es en la mejor época de este periódico cuando los fotógrafos exponemos en galerías y otros espacios.

En aquéllos años destacaban fotorreporteros como Héctor García, Nacho López, Rodrigo Moya, Enrique Bordes Mangel, Armando Lenin Salgado, Raúl Anaya y por supuesto, unos años antes, los Hermanos Mayo que tanto aportaron a los fotógrafos de prensa a su llegada a México después de ser derrotados por el fascismo en España.

Todos estos fotógrafos se caracterizaban por su rebeldía, su irreverencia y por la frescura de hacer imágenes. Se movieron para distribuir sus fotos, tocaron puertas, insistieron, exigieron. No esperaban el halago o la lisonja, pensaban realmente –y con justa razón— que sus fotos eran una parte importante de la memoria de nuestro México. Hoy, en los personal, estoy muy agradecido por sus enseñanzas y consejos, tuve el privilegio de trabajar con ellos y aprender de su rebeldía y amor por la foto.

Ellos llevaron sus imágenes a la revista Life, irrumpieron con su obra en publicaciones mexicanas como Mañana, Hoy y Siempre y, por supuesto, en Rotofoto. Alargaron su vista a Europa y lograron posicionarse. Otros crearon sus propios espacios, como la revista Ojo que Héctor García editó para publicar las fotos del movimiento ferrocarrilero en 1958, de la que, por cierto, sólo publicó un número.

Uno de los primeros esfuerzos del periodismo reciente por darle un lugar decoroso a la foto fue, sin duda, el unomásuno, un medio que abrió una nueva etapa del fotoperiodismo moderno: su director, Manuel Becerra Acosta, nos enseñó a mirar y a reportear, además nos llevó a mirar a ese México que tanto nos duele y por el que un fotógrafo no puede tener calma y sosiego.

A finales de los setenta un grupo de amigos de ese diario editamos un suplemento de fotografía: Cámarauno, el cual se publicó dos años después de ser concebido. Contenía imágenes de los fotorreporteros de aquel periódico y nuestro objetivo era, entonces, buscar que nuestras imágenes fueran mas allá de la página diaria y transmitieran sensaciones y concepciones.

Fue una etapa formativa y de adquisición de compromisos que siguen vigentes: mirar de cerca la miseria, palpar la marginación, conocer de primera mano la injusticia, la tiranía, la dictadura, todo esto hace asumir un compromiso que difícilmente se rompe.

Se hacían esfuerzos y, sin embargo, parecíamos estar atrasados con respecto a lo que se estaba haciendo en otros países. Qué factores influían, creo que eran varios:

La falta de valoración por parte de las autoridades e instituciones privadas de aquel entonces acerca de la imagen, de su gran fuerza para trasmitir sensaciones, emociones, puntos de vista y, sobre todo, de ser una propuesta estética de la fotografía mexicana.

En este sentido, aclaro que me parece importante y fundamental que el Estado promueva y estimule la creación. Sin embargo, también pienso que es nuestra obligación crear y generar canales de difusión y promoción. Sólo así la fotografía tendrá opciones diferentes, ganará fuerza y público.

Otro factor en contra fue la idea generalizada de que sólo en el extranjero se producía buena fotografía. Incluso muchos fotógrafos promulgaban esta idea.

Asimismo el interés por difundir el trabajo no era generalizado, la falta de ánimo y fuerza como gremio para ir generando nuestros propios espacios, boicoteaba el empeño de otros.

A principios de los ochenta, con la creación del Consejo Mexicano de Fotografía, vimos un esfuerzo importante (aunque subsidiado por el Estado), por organizar y difundir la fotografía mexicana en el Distrito Federal y el extranjero. Sin embargo, este esfuerzo sólo benefició a unos cuantos fotógrafos que mostraron su simpatía y complacencia con la vida cultural que el gobierno promovía.

Quienes no comulgaban con esa actitud fueron dejados a un lado, se puede decir que marginados. Sin embargo, muchos de ellos, entre los que me cuento, no nos quedamos esperando un mejor momento. Creamos los espacios. Se puede decir que ante la crisis, fuimos propositivos, sobre todo para hacer imágenes.

Fue entonces, en 1986, cuando nació formalmente la agencia Cuartoscuro. Digo formalmente, pues ya antes se había trabajado en la promoción y la difusión de la imagen. Unos años después apareció la revista con un sólo objetivo, el que mantiene: constituirse en un espacio de y para la fotografía. Quienes conocieron la idea de hacer una revista de fotografía antes de que se publicara el primer número, fueron un tanto pesimistas.

El más positivo de los amigos nos dio, como máximo, un año de vida. Felizmente, se equivocaron: la foto sí interesa y Cuartoscuro publica ahora su número 100. Es un buen indicador de que la imagen va ganando espacios. Y es también una muestra del grandísimo apoyo de todos los fotógrafos, un apoyo del cual estoy profundamente agradecido, pues con su apoyo Cuartoscuro es hoy la revista y la agencia más importante de América Latina.

Me da mucho gusto ver cómo, paulatinamente, se han abierto espacios en todo el país. Tenemos importantes muestras en Jalisco, Yucatán, Veracruz, Baja California, aquí mismo en Hidalgo y en Zacatecas, donde los fotógrafos son promotores y organizadores al mismo tiempo.

Por supuesto, soy un inconforme por naturaleza. Siempre creo que falta mucho, que hay demasiado por hacer. Pero ahora son los jóvenes quienes tienen la obligación de cuestionarse y de ser duros consigo mismos, de aprender a mirar con la frescura y rebeldía de otros tiempos, de aprender del pasado que no hay que hacer concesiones a la vanidad ni a las imágenes sin contenido social o estético.

Soy un inconforme pero también un optimista. Creo que el futuro de la foto está en buenas manos, en buenos ojos, mientras que esas miradas sigan buscando y no se conformen.

pvaltierra@cuartoscuro.com

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Un comentario

  1. me parecen muy ciertas sus palabras señor valtierra, no me habia dado el tiempo para leer este articulo, pero me parece fabuloso muchas personas deveriamos leer este articulo y sobretodo aquellos que pueden posibilitar la transmision de estos valores a otras generaciones, me gusta la foto y estoy aprendiendo a hacer foto, y leer este articulo asi como algunos talleres que he recibido en mi natal veracruz en la fototeca del puerto me lleva por un camino positivo en esto que deseo realizar para el resto de mi vida. Creo que vendra prontoi al puerto y espero poder estar ahi presente cuando dicte su conferencia¡¡ saludos ¡

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