Un vistazo al mundo de los artrópodos
Andrés Oropeza Petrich nos lleva al mundo diminuto de estos animales
Texto y fotos por Andrés Oropeza
De niño, mi relación con las criaturas diminutas y de múltiples patas que reptaban por las paredes o entre la hojarasca no era la mejor. Uno de mis mayores miedos era prender la luz del baño en la vieja casa de mi abuela y ver una tremenda araña patona atrapada en la tina, o estar trepando un árbol y descubrir sobre el tronco montones de gusanos con pelos como espinas. Ese tipo de eventos, así como un par de picaduras de abejas y un ataque por parte de un hormiguero, sesgaron mi relación con estos bichos durante años.
Mientras tanto, me hice aficionado a los reptiles, las aves, los anfibios y los peces. Un día, mi abuela puso un invernadero en el jardín de su casa y, como ya estaba viejita, me pidió que la ayudara, tarea que asumí con toda seriedad. Ahí fue cuando descubrí mi fascinación por el mundo de las plantas y decidí estudiar biología. Los primeros semestres de la carrera me costaron mucho trabajo; entre física, química, estadística y biomoléculas, ninguna materia abarcaba los temas que me interesaban, pero logré sobrevivir a esa prueba y cuando por fin tuve clases como diversidad animal y vegetal, ¿qué creen? No fue más fácil. Quedé sorprendido de tanta variedad y complejidad de los organismos, pero esta vez estaba seguro de que el estudio de los seres vivos era algo a lo que me podría dedicar con todo gusto.
Revisábamos en la escuela los diferentes grupos dentro de los artrópodos, como son los trilobites (fósiles), quelicerados (arañas, cacerolitas de mar y ácaros, entre otros), crustáceos (cangrejos, langostas, cochinillas, etcétera), miriápodos (milpiés y ciempiés) y hexápodos, que incluyen a los colémbolos y al grupo de seres vivos del que más diversidad se conoce: los insectos, con casi un millón de especies registradas.
No tardé en darme cuenta de que este grupo merecía especial atención, pues además de ser increíblemente diversos en formas y hábitos, sus diferentes actividades en los ecosistemas terrestres son indispensables en el proceso de la formación del suelo, acelerando la descomposición de la materia orgánica, regulando el crecimiento de las plantas, abriendo claros para que pueda pasar la luz y para que germinen las semillas, que muy probablemente se formaron gracias a la polinización realizada por algún insecto. Y eso no es todo lo que hacen los artrópodos.
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