25 años de una agencia independiente
por Rebeca Monroy Nasr*
Una habitación en un viejo edificio de la colonia Roma albergaba el talante e interés de algunos jóvenes que mostraban sus cámaras de 35 mm como credenciales o estafetas de trabajo. Las mentes ágiles de algunos, la incansable verborrea de otros, los encuentros intelectuales, conceptuales e ideológicos no dejaban de sonar en el ambiente. Pero algo privaba sobre todo: el interés honesto, nato y claro por la fotografía documental que se gestaba en esos años de fragores y batallas en las calles de las urbes latinoamericanas.
Era la Ciudad de México de los años ochenta, se percibía el sino de aquellos que no queríamos repetir una historia, deseos de romperla, de trabajar con los puños, con las letras pero sobre todo convencidos de que la fuerza infinita de las imágenes nos ayudaría a convencer a los demás, a mostrarle al mundo aquello que el statu quo y el mismo Estado-gobierno-priístas, habían callado, ocultado, soterrado o menospreciado por décadas: el aliento del silencio. Sentíamos, por lo menos así lo percibía yo desde la trinchera de la novatez, que la sangre fluía para dar cabida a nuevas y mejores esperanzas, que las fotografías llevarían en su entraña una ola de denuncias que mostraría lo que tanto se negaba y maldecía: la pobreza, la indiferencia, el dolor, el asalto, la discriminación, los crímenes de Estado, las formas de vida que no cambiaban y se empeoraban con cada sexenio repleto de promesas y escaso de buenas acciones.
Ahí estábamos, preguntándonos con la mirada si en verdad lograríamos transformar las cosas y moverlas con la iconografía de la rebeldía, de la desazón, de la contradicción. Todas estas palabras que ahora parecieran estar en desuso, hicieron que nuestros ánimos no se permearan por la indiferencia sino por la convicción y el amor al otro. Así se gestaron muchas batallas con las cámaras, con las lentes, películas forzadas a 1600 para evitar el flash, la preeminencia del gran angular por la deformidad que causaba en los seres políticos, por su acento en ciertos objetos, la baja velocidad, el interés por encontrar el ángulo visual poco frecuente para capturar la nota más irredenta, aunque no se fuese a publicar.
Ahí en medio de ese caos de voces, de clicks, de lentes intercambiables, estaba Pedro Valtierra, recogiendo fotos para hacer nuestras credenciales de fotógrafos independientes. Ahí se gestó en él, creo yo, la opción de moverse por sí mismo, de andar entre los polvos de plata con fiereza, con la convicción de quien “paga manda” y qué mejor que ser autónomo e independiente para ser tu propio amo. Ese joven que mostraba sus portafolios y encaraba a los demás, él no tenía la certeza pero seguramente intuía la necesidad de crear un mundo de imágenes diferentes, novedosas, denunciantes, una gramática visual, como señala JAR, que no se fundiese en la noche de los sueños y convirtiera este imaginario de la denuncia y la rebeldía en un bastión de lucha. Fue tras él, y lo consiguió.
Otros salimos del camino de la fotoproducción para dedicarnos a otras tareas, nobles también. Pero él se ha mantenido fiel a sus principios, convencido de sus planteamientos, seguro de su trabajo y de la fuerza inaudita de sus imágenes. Así por lo menos me parece que su paso por los medios impresos en donde trabajó durante años como en unomásuno y La Jornada, le brindaron la oportunidad de comprender la necesidad de la independencia laboral.
Arriesgado como es, pues ni una guerra nicaragüense ni las metrallas guatemaltecas ni los soldados federales han detenido su paso, mucho menos la contienda diaria para forjar su propia empresa. Hizo un primer esfuerzo con la agencia imagenlatina en 1984, dos años duró en ese intento.
Estamos así a 25 años de su sueño. La creación de la agencia Cuartoscuro cumple hoy sus bodas de plata, gestadas por la idea que un joven en una habitación cerrada al exterior, sin ventanas o tal vez pintadas de negro, iluminado por la escasa luz ámbar, enmarcado por la sombra de una ampliadora y sus portanegativos, con el olor a metol en la piel y la nariz, a HC-110, a ácido acético, al hiposulfito de sodio: todos ellos en pleno pleito con un lavado rápido para entregar a un diario o revista, secando las copias en la tortuosa secadora que las abrillantaba pero que dejaba los papeles enchinados a fuerza de tanto calor. Ahí seguramente concibió, dentro de ese cuarto oscuro, la creación de su agencia.
Considerado como la cocina de la fotografía, a casi cien años de la creación de la primera agencia de Casasola, a noventa de la gesta de Fotografías de Actualidad de Enrique Díaz, hoy festejamos este logro que otros concibieron e intentaron pero que hoy ayuda a formar nuevas miradas, nuevas posturas, conceptualizaciones y reivindicaciones visuales de tintes sociales, políticos y culturales que alguna vez emergieron de la plata sobre gelatina, ahora lo hace desde los pixeles en ciberespacios. Estoy segura que desde ahí abrevarán nuevas y mejores formas de trabajo visual.
Ahí es donde la función de esta agencia cobra mayor vida por mover a los jóvenes, por dotarlos de un espacio, por reunir materiales de una memoria visual que conforma nuestro patrimonio cultural, pero sobre todo por la enorme aportación de tener una agencia informativa que no decora las revistas oficiales, que no cumple las recomendaciones presidenciales, sino que persigue su ideal de dotar de materiales de denuncia, de retazos de realidad que dan cause al imaginario alternativo de una sociedad que se merece muchas cosas más de las que ahora tiene, que busca dirigentes honestos, que capta el autoritarismo y la barbarie para evitarlos: una lección de historia. Imágenes que lograran dar cause a que converjan mejores ambientes sociales, que develen la riqueza material y humana que tenemos.
Por ello, celebrar los 25 años de la agencia Cuartoscuro y su hermana la revista Cuartoscuro, que recientemente cumplió su mayoría de edad, es celebrarnos, porque desde ellas y con ellas han estado los fotógrafos más talentosos, los historiadores y críticos de la imagen de este México ahora secuestrado, porque desde sus páginas hemos asistido al luto, pero también a la fiesta, al regocijo, al incansable ánimo y búsqueda que no merma en las generaciones de mexicanos que sabemos algún día tendremos mejores y mayores frutos: porque los merecemos.
La familia de origen zacatecano Cuartoscuro con su agencia, su revista, sus gestores, sus mentores con Ana Luis Ansa, Eloy Valtierra, Anasella Acosta, sus productores y todos lo que las han hecho posibles hasta este día celebratorio, subrayan un lema: nunca más en el olvido, en el cerrojo, en el encierro o el clóset. Abrir, mostrar, develar, presentar, reproducir, afianzar, difundir, son sólo algunos de los verbos que genera un proyecto tan claro y fuerte como el que hoy festejamos a todas luces. Cuartoscuro, cocina que forja la vida desde adentro, de la entraña para afuera, presencia inaudita del alma.
* Investigadora de la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia