VENDEDORES DE ILUSIONES
Por Carolina Romero
La fotografía sorprendió a Carlos Mendoza bajo un árbol de Navidad. Apenas era un niño y entre los regalos que había pedido se encontraba una cámara Kodak 110 «cameo». Como cualquier otro juguete en las manos de un pequeño, aquel artefacto le regaló horas… días y años de diversión que, con el paso del tiempo, lo impulsaron a explorar el mundo de las artes visuales.
Siempre de la mano de la fotografía, durante sus estudios universitarios en Baja California Sur registró las historias de las personas y los sitios que conocía en sus viajes de prácticas de campo en los pueblos y ranchos del estado.
El carnaval sudcaliforniano, una de las fiestas más tradicionales de la ciudad de La Paz, llamó su atención de manera particular desde su infancia, pues ahí, entre los festejos y la gente, quedó deslumbrado por los colores, la tonalidad de la luz diurna y cómo, posteriormente, el negro de la noche caía sobre el carnaval y lo inundaba completamente.
«En cuanto tuve mi primera cámara profesional empecé a practicar haciendo fotos de aquellos festejos. Se me hizo muy interesante la diversidad social que fluye durante esta celebración y la emoción y algarabía que se sienten y contagian», comenta en entrevista con CUARTOSCURO.