Te presentamos el trabajo de Alejandra Santaella, alumna del taller Cuartoscuro
Texto y fotos por Alejandra Santaella
«Entre brotes y sueños»
Inicia el viaje
Son las seis de la mañana de un sábado de finales de octubre, hace frío y tengo un poco de sueño. Tras la espera por fin hace su aparición una camioneta muy larga de los años ochenta: de ella baja un hombre con una gorra verde, vestido totalmente de naranja, se acerca y muy sonriente me extiende la mano; su nombre es Jorge y será él quien me llevará, junto con otras siete personas, a Tetecala, un lugar que, cuentan, es el primer pueblo cannábico del país.
De los ocho que vamos sentados en las tres filas de asientos de la furgoneta, la mitad pertenecen a la “cooperativa Tetecala”, la cual busca apoyar a este pueblo cannábico en su lucha por sembrar y cosechar. Su objetivo es regenerar las áreas de cultivo de algunos agricultores, por lo que buscan voluntarios que apoyen en la limpieza de la áreas, en remover y replantar, en recolectar y separar para iniciar un nuevo proceso de siembra.
Cultivando esperanzas
Avanza la mañana y poco a poco nos adentramos en el corazón de Morelos, donde, entre hermosos paisajes, se encuentra el pueblo en el cual el tiempo parece bailar al compás de una planta mágica. Este lugar, apodado por algunos “El Edén Cannábico”, emerge como un paraíso terrenal para aquellos que buscan la comunión con la naturaleza y su vegetación. Jorge nos dice que hemos llegado, que podemos bajar. Un olor embriagador se apodera pronto de nosotros y vemos en medio del paisaje a varios hombres deshojando plantas gigantes de marihuana. Un hombre de unos sesenta años, alto, de complexión robusta y cabello blanco, se acerca, nos estrecha la mano y, con una personalidad entre burlona y acogedora, se presenta y nos da un recorrido por su invernadero.
Su nombre es Rafael Macín y tanto él como su esposa Rosa son tetecalenses; ahora están dentro del movimiento por la legalización del cannabis. Macín nos sienta a todos a su alrededor, como cuando tu abuelo te contaba un cuento. La sombra de los árboles nos cubre, pero se siente mucho calor, los mosquitos nos rondan y, a pesar de eso, uno se siente bien. Se toma un momento, nos mira y comienza a platicar la historia de cómo inició a cultivar cannabis: “En primera, me vinieron a invitar. Yo siempre he tenido plantas de mota, no muchas, unas diez plantas, no tanto para consumo lúdico, sino para echarlas en alcohol porque la chinga del campo te cansa y siempre acabas adolorido, así que la usaba medicinalmente. Después me vinieron a preguntar que si quería sembrar cannabis y les dije que sí. La verdad, siempre fue una inquietud. No sólo por sembrar cannabis. A mí siempre me ha gustado sembrar lo que yo quiero”.
Esta historia se remonta a agosto de 2021, cuando la Asociación Civil de Pueblos Unidos del Sur de Morelos solicitó a la Comisión para la Protección Contra Riesgos Sanitarios del Estado permisos para sembrar marihuana de manera legal. El 30 de septiembre de ese año se entregó el Plan Tetecala al presidente Andrés Manuel López Obrador durante una visita a Jojutla, Morelos. El Plan Tetecala es similar al Plan de Ayala de 1911, “de tierra y libertad”, dispuesto por Emiliano Zapata, con un plan de producción y comercialización de productos para la salud, como aceites, pomadas, jabones, etc.
Historias entre hojas
Entre verdes campos se extiende el vasto recinto del invernadero cannábico de Rafael. El aroma embriagador del cannabis flota en el aire, mezclándose con la frescura de la tierra húmeda. En medio de una cápsula de plástico, un grupo de almas dispares se reúnen, unidos por la curiosidad y la pasión compartida por la
planta sagrada.
La “cooperativa Tetecala”, un mosaico de individuos con historias únicas, se embarcó en esta jornada con el propósito de respaldar a un agricultor de cannabis en sus quehaceres diarios. La tierra cruje bajo nuestros pies mientras avanzamos hacia la entrada del invernadero, donde la luz tenue revela filas de plantas robustas
y frondosas. La cosecha ya ha llegado a su fin, y el invernadero resuena con la actividad febril de los agricultores que arrancan las plantas. Nos unimos al ritual, sumergiéndonos en la experiencia única de ser parte de la vida de estas plantas veneradas.
La batalla por el reconocimiento
La camioneta se adentra a los extensos campos de cultivo, ahora al aire libre, donde las plantas de cannabis se alzan formando un peculiar bosque, testigo mudo de risas compartidas y conversaciones elevadas.
Jorge, nuestro guía y parte de los fundadores de la “cooperativa Tetecala”, me cuenta de estas jornadas de ayuda comunitaria que ha emprendido: “Creemos que el Plan Tetecala es un paso muy importante para la legalización de la marihuana, por eso queremos apoyar a los agricultores, para que el movimiento sea
más fuerte. Sentimos que sí se va a lograr. La producción de cannabis puede generar ingresos significativos para los agricultores locales y con esto se fortalece la economía de la región.
Cosechando Sueños en Tetecala
En este rincón de Morelos que hemos visitado, la batalla por la legalización se libra con el Plan Tetecala, una odisea que busca tierra y libertad, no sólo para cultivar, sino también para educar y desmitificar. Entre este mosaico, la legalización del cannabis se presenta como un debate complejo, pero se vislumbra una oportunidad para tejer un futuro donde la libertad individual y la responsabilidad se entrelacen armoniosamente. En Tetecala, el cannabis no sólo florece entre los campos, sino también en los corazones de aquellos que persiguen el sueño de una realidad diferente.