SOLEDADES QUE ACOMPAÑAN

Por David Polo

Imagine el lector que se encuentra flotando a varios miles de metros sobre el suelo. El mundo bajo los pies se descompone, cobra cientos de formas y colores distintos. Uno no sabe si aquello que mira es una cordillera cuando la superficie arrugada entra violentamente por los ojos; o si las líneas que se dibujan a lo lejos son las encargadas de dominar el panorama y moldearlo a su antojo. Los grandes cuerpos de agua se transforman y sus crestas parecen los temblores de una piel que se eriza con el frío de los témpanos. Es más, se vuelve prácticamente imposible saber sobre qué sitio se flota, y no hay nadie para dar ninguna explicación. La soledad es absoluta aquí arriba.

Abajo también lo es. El paisaje descompuesto se ha tragado los vestigios de la presencia humana y no hay más remedio que limitarse a contemplar con las muchas soledades prestas para acompañar.

 
Las imágenes existen. Se trata de las fotografías de Alejandro Aguilera, quien suma alrededor de 20 años atrapando trozos de tierra a vuelo de pájaro. Entre 2009 y 2010 fotografió desde las alturas los paisajes mínimamente poblados alrededor de los desiertos del norte de México, el Mar de Cortés -así como varios cuerpos de agua-, la Cordillera de los Andes y el desierto de Atacama.

La paradoja del fotógrafo es que vive el solipsismo para romperlo luego y, no conforme, repartirlo. Las formas delicadas de cada cuadro forzan a seguir el juego de abstraerse. Son imágenes que desbordan soledad, pero una muy especial que termina haciendo compañía.

Breve ensayo sobre la soledad humana es el título de la muestra que reúne el trabajo de Alejandro Aguilera, que se estará exhibiendo hasta el 30 de septiembre en la Terminal 1 del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México.

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