PORTAFOLIO. AURAS CENTRALES, LEONARDO MARTÍNEZ

[slideshow_deploy id=’47308′] Para todo artista, identificarse como individuo, como ser humano, como creador, es un proceso largo y riguroso, no exento de tropiezos y vacilaciones, a veces lleno de gozo, en muchas ocasiones, doloroso. Es esta una búsqueda inherente a todo artista, pues sólo a partir del establecimiento de su identidad, podrá encontrar su propia voz.
Para Sócrates, todo hombre se encuentra a sí mismo al reflejarse en los otros. Por lo mismo, la observación del entorno en que vive y se desarrolla todo creador, es el camino para encontrarse, y es también al mismo tiempo, el punto de partida, el germen de la obra de arte. Así, esa cuidadosa, apasionada y acuciosa observación de los diferentes espacios sociales y de los seres que los habitan, hace posible que narradores, poetas, escultores, pintores puedan crear estructuras que expresen un análisis crítico del hombre y sus expresiones, proceso creador este que es la esencia de todo arte.
Mención aparte en este proceso merece el arte fotográfico. La reproducción de la realidad física, que es condición propia de la fotografía, obliga a todo aquel que intenta expresar una emoción estética a través de este medio, a buscar elementos formales y emocionales que trasciendan la anécdota para reflejar el espíritu, la esencia de los objetos fotografiados: captar el momento, la expresión, la luz, encontrar el ángulo adecuado, la distancia necesaria, el espacio idóneo, el tema impactante, la técnica exacta, la mirada perfecta. En todo esto reside el genio del fotógrafo. Por eso, cada exposición de fotografía no es sino una etapa en la indagación existencial y creativa de su autor.
En estos primeros trabajos, que representan su muy personal exploración, el joven fotógrafo Leo Martínez dirige su mirada en dos direcciones: por un lado, hace un seguimiento emotivo y fresco del centro urbano de la ciudad en la que vive. Su visión es de extrañamiento, intentando encontrar el lazo que le une a este mundo en el que no ha nacido pero que ya forma parte de su vida.
Para explicarse la cultura popular de este pedazo norteño del gran mosaico que es México, un espacio paradójico y lleno de contrastes, Martínez elige el blanco y negro, precisamente como el mejor vehículo para captar los contrastes sociales y vitales que son parte de la cotidianidad de los chihuahuenses, y que el ojo del joven artista percibe y expresa con extrañeza y simpatía. El conjunto norteño que espera la generosidad de los paseantes, con una orgullosa sensación de posesión de la calle, el cantante de camisa abierta y albo sombrero que lanza su retador grito de macho a los cuatro vientos de la calle Libertad o la vendedora ambulante que con paciencia aguarda en la esquina a que su suerte cambie, son elementos comunes de la vida en nuestra ciudad, transformados por Martínez en brevísimas visiones de historias profundamente emotivas.
El contraste entre el blanco y negro lleva a cabo un juego irónico de paralelismos con los contrastes de una sociedad que la mirada del fotógrafo destaca: en un universo de botas vaqueras, las zapatillas deportivas, iconos de la posmodernidad desafían a la tradición, formando un cuadro de sutil humor, como ocurre con el momento en que el desprevenido vaquero, estampa típica del norte mexicano, mira a la cámara sin percatarse que tras él, una piñata de Batman explica mejor que una ponencia la evolución de la cultura popular chihuahuense. Una visión irónica de nuestra sociedad que salta a la vista cuando la lente encuadra a una pareja caminando por la calle frente a un aparador comercial, en una referencia que contrasta la vestimenta de la mujer y la ropa que está a la venta, visión de dos mundos que conviven, transición cultural que no acaba de terminar
De esta manera, la mirada de Martínez nos habla de contrastes, de emociones, de un mundo en donde la contemporaneidad convive con la tradición, desde una perspectiva que busca trascender lo meramente anecdótico para explicar lo que significa la vida en Chihuahua. Artista que inicia su carrera con una obra de mérito artístico indiscutible, Leo Martínez demuestra que su ojo es capaz de encontrar el detalle, el momento, los personajes, el tema, para analizar la sociedad en la que se desenvuelve y reflejar en su fotografía la realidad compleja de Chihuahua.

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