Nación fotográfica, entre el padecimiento psicológico y la realidad mutante…
San Luis Potosí.- En el intento por explicarse la nación mexicana desde lo fotográfico y desde un acercamiento psicológico, el fotógrafo Gerardo Montiel Klint hizo una presentación sucinta de lo que él considera “ascenso y caída de la nación fotográfica”, frase que dio título a la segunda mesa de diálogo durante el Encuentro Nacional de Investigación sobre Fotografía.
En este ensayo-terapia, Montiel consideró a México como un paciente tendido en el diván al que comenzó a analizar con el objetivo de encontrar en su infancia fotográfica los traumas o instantes de crisis que marcaron lo que hoy es visualmente.
Tres caídas de esta nación fotográfica en su historia-infancia dieron la pauta del diagnóstico: una nación en crisis pero sumamente interesante, donde la producción fotográfica actual responde a proceso de interiorización, desencantamiento, búsquedas intensas en la memoria y un permanente elemento trágico.
La primera caída (primer trauma) que estableció el fotógrafo fue 1968: y la matanza de Tlatelolco, que marcó la presencia de lo trágico en lo visual. Segunda caída el terremoto de 1985, que implicó el trauma del desastre, el dolor profundo, y mutis en el circuito de arte. Tercera caída: el levantamiento armado de 1994, y el crack económico, paralelamente el nacimiento del Centro de la Imagen y de las becas con el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes.
De los descenso anteriores nacería la Generación X, concebida por Douglas Coupland, que surge con el conocimiento de la masacre del 68 y la consciencia de un gobierno tirano, tiene consciencia de que las cosas deben de cambiar. Los autores de esta generación se caracterizan por la realización, apuntó Montiel Klint, de imágenes apocalípticas, densas, oscuras. Hay una búsqueda de orígenes, de urgar en la memoria. Los ejemplos: Nora Barrón, Mariana Dellekamp, Mauricio Alejo y el Gerardo Montiel Klint.
Una segunda generación pertenece a los nacidos a finales de los 70, llamada Generación de adolescentes globales. De aquí nacen los autores, cuya obra se caracteriza por una cuestión de interiorización, de desencanto de lo políticamente correcto, hay una cuestión de clandestinidad y nuevos referentes, explicó el fotógrafo que enumeró como algunos ejemplos los nombres de: Daniela Edburg y Kenia Nárez.
En su turno Patricia Mendoza se refirió a la representación fotográfica del paisaje y su evolución que “en nuestro país se ha transformando a partir de nuestras construcciones políticas; el espacio ha sido un constructor de identidad fundamental en la fotografía en México”.
A partir de esto explicó su concepción del ascenso y descenso de la “nación fotográfica”. Primero, desde el punto de vista de los extranjeros, se difundió una imagen romántica de México, apuntó, la imagen que exportamos fueron las ruinas prehispánicas, testimonio de otra realidad.
En la época de Porfirio Díaz prevaleció una imagen del México progresista con cables eléctricos. Con la Revolución nace la imagen del campesino integrado al paisaje, el México rural donde el pueblo ha tomado la historia en sus manos, y las consecuentes construcciones políticas. Así, “el territorio es el cuerpo que nos está narrando las historias que queremos ver o que necesitamos”, expresó.
La investigadora consideró que hoy enfrentamos una realidad mutante y transformada a partir de la aportación de imágenes de millones de personas. Es difícil recurrir a la imagen para definir una identidad porque el mismo concepto de la foto “está en una transformación bestial”, enfrentamos otros fenómenos; “la imagen, generada por fotógrafos y no fotógrafos, está fragmentada por su estructura misma frente al nacimiento de una realidad y una nueva forma de mirar”. (Anasella Acosta Nieto)