LAS DUALIDADES DE PAX
Durante más de 40 años, la fotografía le ha regalado a Rubén Pax momentos de introspección, para él “sin luz es imposible entender la naturaleza humana, su presencia o ausencia nos permite conocer nuestra propia vida”. Esta metáfora intrínseca en la obra del fotógrafo es el hilo conductor de Dualidades en blanco y negro, su más reciente exposición.
A partir de este 22 de agosto, la Sala Nacho López de la Fototeca Nacional, en Pachuca, Hidalgo, exhibirá 50 imágenes que reflejan un antes y un después en la vida y trayectoria de este decano de la fotografía, aquellas que realizó sobre todo en la década de los 70 bajo su nombre de pila, Rubén Cárdenas Paz, y las que, desde su incursión en el diario La Jornada —a mediados de los años 80— firma como Rubén Pax.
En un pequeño departamento donde vaga el olor punzante de los químicos, espacio que le sirve para seguir enseñando los secretos de la alquimia, Rubén Pax habla de las historias de la Historia que le ha sido posible aprehender y que hasta el 6 de octubre permanecerán en la muestra organizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
En sus fotografías quedó fija la dignidad de la pobreza presente en los rostros de los indígenas de la Sierra Norte de Puebla, la contemplación de los mendigos y el trajín de la clase obrera, el abuso de la fuerza policiaca, la indignación vuelta protesta, el desastre humano que produjo el terremoto del 85, la expresión en los ojos y las manos de escritores como José Saramago, Octavio Paz, Carlos Montemayor, Luis de Tavira y muchos más.
Rubén Pax dice admirar a sus colegas que logran vivir o sobrevivir de la fotografía, él siempre ha tenido que impartir clases. Lo hizo hasta 2009 en la Escuela de Diseño del Instituto Nacional de Bellas Artes, y ahora las ofrece a un reducido y privilegiado grupo de aprendices. “Yo quisiera vivir de la foto, pero no puedo. Yo no vivo de la foto, vivo para ella”.
A inicios de los años 80, cuando una devaluación equiparó el precio de una caja de papel fotográfico al de un estéreo, Rubén Pax se dio a la tarea de comprar olvidados manuales y profundizar en los procesos alternativos de la fotografía, en químicos y materiales: colodión húmedo, cianotipia, Van Dyke (impresión en café), sales de cobre, papel salado. Fue el retorno a la alquimia.
Ese conocimiento de antiguos experimentos, de la paciencia y el asombro que implica la fotografía análoga, es evidente en el marcado claroscuro de sus imágenes, “los claroscuros de la existencia”, como él refiere, de ahí el título de la exposición que puede visitarse en el Ex Convento de San Francisco, en el centro de Pachuca, sede de la Fototeca Nacional.
“Dar a luz se refiere al milagro del nacimiento del ser humano, y en la fotografía ocurre este fenómeno milagroso. Al entrar la luz por un orificio en una cámara oscura, los rayos son atrapados por una capa emulsionada, colocada en un soporte capaz de reproducir una imagen latente, ésta se expone a una solución reveladora dando el paso de la creación fotográfica”, expresa.
En Dualidades, las imágenes se equilibran como si fueran las fuerzas del yin y el yang. Está la breve calma de los pescadores de Puerto Escondido y la solemnidad en los ritos nahuas de Pahuatlán, Puebla; pero también los contundentes garrotazos con que policías dispersan manifestaciones y el rostro desafiante de una maestra oaxaqueña que levanta su puño, mientras amamanta a su hijo.
Dentro del fotoperiodismo, Rubén Pax siempre se ha esforzado en “crear algo diferente, no sólo señalar, sino ser responsable con mis actos. A mediados de los 80, me enteré del ‘chayo’, el medio estaba muy corrompido; creo que no se debe ser ajeno cuando estás presenciando un hecho injusto”.
En los 70, Rubén Pax, todavía conocido como Rubén Cárdenas, formó junto con otros colegas como Adolfo Patiño, Miguel Femmat, Héctor González Jiménez y Alberto Pergón, el grupo Fotógrafos Independientes, que en palabras del propio maestro de la lente deseaba lanzar las formas de expresión fotográfica a las calles, a los parques públicos, y promover la participación de jóvenes autores.
Este uso social de la imagen la mantiene como una filosofía al paso del tiempo. Para Rubén Pax, la fotografía no sólo nació para colgarse en galerías, por eso ha creado trípticos de imágenes que se van conformando mediante una composición colectiva, también trabajó en una lotería de oficios y actualmente en una de escritores mexicanos.
A través de Dualidades en blanco y negro, la Fototeca Nacional del INAH pretende difundir y reconocer el trabajo de Rubén Pax, perteneciente a una estirpe de fotógrafos formados en la paciencia de la imagen analógica, en la percepción del milagro de la luz, en los límites de la imagen mental y la real que se revela en el cuarto oscuro.
Previamente a la apertura de la muestra, el artista ofrecerá una conferencia dentro del ciclo Jueves Fotográfico, el 22 de agosto a las 18:00 horas, en la Sala Salvador Toscano, de la Fototeca Nacional.
La exposición permanecerá en la Sala Nacho López de este recinto (Ex Convento de San Francisco, Casasola s/n, centro de Pachuca) hasta el 6 de octubre, de martes a domingo, de 10:00 a 18:00 horas. La entrada es libre.
A partir de este 22 de agosto, la Sala Nacho López de la Fototeca Nacional, en Pachuca, Hidalgo, exhibirá 50 imágenes que reflejan un antes y un después en la vida y trayectoria de este decano de la fotografía, aquellas que realizó sobre todo en la década de los 70 bajo su nombre de pila, Rubén Cárdenas Paz, y las que, desde su incursión en el diario La Jornada —a mediados de los años 80— firma como Rubén Pax.
En un pequeño departamento donde vaga el olor punzante de los químicos, espacio que le sirve para seguir enseñando los secretos de la alquimia, Rubén Pax habla de las historias de la Historia que le ha sido posible aprehender y que hasta el 6 de octubre permanecerán en la muestra organizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
En sus fotografías quedó fija la dignidad de la pobreza presente en los rostros de los indígenas de la Sierra Norte de Puebla, la contemplación de los mendigos y el trajín de la clase obrera, el abuso de la fuerza policiaca, la indignación vuelta protesta, el desastre humano que produjo el terremoto del 85, la expresión en los ojos y las manos de escritores como José Saramago, Octavio Paz, Carlos Montemayor, Luis de Tavira y muchos más.
Rubén Pax dice admirar a sus colegas que logran vivir o sobrevivir de la fotografía, él siempre ha tenido que impartir clases. Lo hizo hasta 2009 en la Escuela de Diseño del Instituto Nacional de Bellas Artes, y ahora las ofrece a un reducido y privilegiado grupo de aprendices. “Yo quisiera vivir de la foto, pero no puedo. Yo no vivo de la foto, vivo para ella”.
A inicios de los años 80, cuando una devaluación equiparó el precio de una caja de papel fotográfico al de un estéreo, Rubén Pax se dio a la tarea de comprar olvidados manuales y profundizar en los procesos alternativos de la fotografía, en químicos y materiales: colodión húmedo, cianotipia, Van Dyke (impresión en café), sales de cobre, papel salado. Fue el retorno a la alquimia.
Ese conocimiento de antiguos experimentos, de la paciencia y el asombro que implica la fotografía análoga, es evidente en el marcado claroscuro de sus imágenes, “los claroscuros de la existencia”, como él refiere, de ahí el título de la exposición que puede visitarse en el Ex Convento de San Francisco, en el centro de Pachuca, sede de la Fototeca Nacional.
“Dar a luz se refiere al milagro del nacimiento del ser humano, y en la fotografía ocurre este fenómeno milagroso. Al entrar la luz por un orificio en una cámara oscura, los rayos son atrapados por una capa emulsionada, colocada en un soporte capaz de reproducir una imagen latente, ésta se expone a una solución reveladora dando el paso de la creación fotográfica”, expresa.
En Dualidades, las imágenes se equilibran como si fueran las fuerzas del yin y el yang. Está la breve calma de los pescadores de Puerto Escondido y la solemnidad en los ritos nahuas de Pahuatlán, Puebla; pero también los contundentes garrotazos con que policías dispersan manifestaciones y el rostro desafiante de una maestra oaxaqueña que levanta su puño, mientras amamanta a su hijo.
Dentro del fotoperiodismo, Rubén Pax siempre se ha esforzado en “crear algo diferente, no sólo señalar, sino ser responsable con mis actos. A mediados de los 80, me enteré del ‘chayo’, el medio estaba muy corrompido; creo que no se debe ser ajeno cuando estás presenciando un hecho injusto”.
En los 70, Rubén Pax, todavía conocido como Rubén Cárdenas, formó junto con otros colegas como Adolfo Patiño, Miguel Femmat, Héctor González Jiménez y Alberto Pergón, el grupo Fotógrafos Independientes, que en palabras del propio maestro de la lente deseaba lanzar las formas de expresión fotográfica a las calles, a los parques públicos, y promover la participación de jóvenes autores.
Este uso social de la imagen la mantiene como una filosofía al paso del tiempo. Para Rubén Pax, la fotografía no sólo nació para colgarse en galerías, por eso ha creado trípticos de imágenes que se van conformando mediante una composición colectiva, también trabajó en una lotería de oficios y actualmente en una de escritores mexicanos.
A través de Dualidades en blanco y negro, la Fototeca Nacional del INAH pretende difundir y reconocer el trabajo de Rubén Pax, perteneciente a una estirpe de fotógrafos formados en la paciencia de la imagen analógica, en la percepción del milagro de la luz, en los límites de la imagen mental y la real que se revela en el cuarto oscuro.
Previamente a la apertura de la muestra, el artista ofrecerá una conferencia dentro del ciclo Jueves Fotográfico, el 22 de agosto a las 18:00 horas, en la Sala Salvador Toscano, de la Fototeca Nacional.
La exposición permanecerá en la Sala Nacho López de este recinto (Ex Convento de San Francisco, Casasola s/n, centro de Pachuca) hasta el 6 de octubre, de martes a domingo, de 10:00 a 18:00 horas. La entrada es libre.