LA MUJER QUE SOY
Cuatro autoras -Eunice Adorno, Bela Limenes, Saraí Ojeda y Dulce Villasana- quienes por origen o por residencia convergen en Cuernavaca, presentan su exposición La mujer que soy, la que seré mañana, dentro de la Red FotoMéxico. La muestra se inaugura el 26 de octubre en el Museo del Ex Convento de Tepoztlán a las 16:00 horas y estará abierta hasta enero de 2020. Nos permitimos reproducir el texto de sala, de la autoría dela doctora Blanca Magdalena Ruiz Pérez:
Novedad de mi cuerpo
que se hallaba a sí mismo en cada cosa
y para poseerse se entregaba
a la solicitud del universo.
Rosario Castellanos
Día a día el cuerpo se entrega a algo. Al llamado del otro. A uno mismo. Al deseo, sueño, frenesí, silencio, estruendo. Aquí y ahora, Eunice Adorno, Bela Limenes, Saraí Ojeda y Dulce Villasana nos entregan su mirada, que no es asunto sólo de los ojos, sino de todo el ser. Con su propia búsqueda de imagen, las cuatro autoras convergen en Cuernavaca, por origen o residencia; y desarrollan su propia ruta creativa por diversos horizontes en torno a la mujer y al cuerpo.
Congruente con su reconocida vocación documental enfocada al género, Eunice ofrece un ensayo sobre migrantes que aguardan cruzar hacia la frontera norte en un albergue temporal de Coahuila.
Su cámara enfatiza en la cama, como el no lugar: tránsito ilusorio de luces del progreso y hechizo verde, pero también, surco de incertidumbre y tedio. Allí, donde la esperanza flota en el encierro de la ansiedad, el augurio del lobo abre sus fauces en la noche.
Mientras se prende la señal de bengala, las mujeres están listas para volverse luciérnagas.
Bela abre la puerta al mar. Recrea seres míticos que emergen desde la profundidad para ondular libres y luminosas más allá de cualquier temporal, en un relato fantástico. Habrá que escucharlas en su retozo, como parte del camino que puede habitarse con el portento de quimeras. En la obra de Bela, quien cuenta con una amplia trayectoria; la imaginación va de la mano con la realidad, y así también comparte otras tomas del cuerpo femenino: alguien en espera de un nuevo amanecer, en que brotará la lluvia nobel de la vida; y otro perfil, en el marco del enigma.
El apetito del diablo es el proyecto en proceso de Saraí, quien suma logros a su carrera centrada en la exploración de identidad personal y social. Esta serie realizada en una comunidad rural de Puebla, es resultado de un taller de exclusión social donde la autora y sus alumnos trabajaron en colaboración con un grupo de mujeres que están del lado más obscuro de la naturaleza humana. Más allá de la documentación explícita ante los gritos furiosos del patriarcado, machismo, incesto; con delicadeza y a la vez, intensidad, Saraí apostó por el silencio de la emoción contenida, la evocación de ambientes, texturas, tonalidades que rodean a estas mujeres. Sus rostros sugieren un resquicio de paz, a pesar de la enorme ola de violencia que las envuelve. Entre lo más profundo de la floresta marginal, sus sentimientos se mecen en la hamaca.
En el vaivén va su propio aliento.
Dulce difunde Vacíos Supremos, instalación de imagen y sonido que rehúye la representación directa del cuerpo, para proyectar una especie de metáfora. La autora, que destaca por sus sólidos intereses en fotografía y video; investiga las huellas corpóreas en lugares urbanos, tanto en imágenes visuales como sonoras, para
proyectar una serie de planos que semejan la misma piel humana que, como flor vulnerable, puede deshojarse en cualquier esquina.
Desnuda hasta de sí misma, deshabitada, la piel espera otros vestidos. Diferentes en su intención, manejo formal y estético, estas cuatro propuestas se enlazan, de alguna manera; en un pensamiento reflexivo que desdobla el cambiante y complejo proceso de la mujer y del cuerpo.
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