LA BÚSQUEDA DEL ICONO
Por Carolina Romero
El problema de la imagen fotoperiodística es que se debate entre la idea del documento y la del símbolo, y por lo tanto entre ser información o propaganda, asegura el artista y crítico de la imagen Joan Fontcuberta.
Para el fotógrafo español, quien se ha dedicado a analizar la concepción de la fotografía como evidencia de lo real, y quien se describe a sí mismo como un escéptico, la lucha de los fotoperiodistas actualmente ha pasado del plano del retrato de las situaciones sociales, a la búsqueda y esfuerzos por configurar
fotografías que se vuelvan iconos.
En esta batalla, alerta que ha habido casos de fotoperiodistas emblemáticos de la historia, como Robert Capa, que han alterado el contexto de su tiro para conseguir la imagen que “necesita”.
“La imagen siempre es subjetiva y la objetividad no es más que un horizonte al que uno se puede dirigir, pero sin nunca alcanzarlo. Sin embargo, el que [un fotoperiodista deba] renunciar a la objetividad absoluta no significa que no se tenga un posicionamiento ético”, narra en entrevista con Cuartoscuro.
“[Un periodista] puede no ser objetivo, pero puede intentar interpretar la realidad de la manera más realista o transparentemente posible en base a los elementos de juicio de los que dispone. Una voluntad ética, pero reconociendo que la subjetividad va a filtrar los elementos que se van a retratar” , comenta.
Para él, hay imágenes que son documento, pero que carecen de pregnancia para convertirse en iconos y reflejar los valores históricos de los movimientos retratados.
Formado en los años un régimen autoritario que no permitía la libertad de expresión, censuraba y usaba la propaganda como método de adoctrinamiento general (la dictadura franquista), las experiencias profesionales de Fontcuberta en periodismo y publicidad, dice, lo “fueron habituando a la maquinaria de la mentira”, a la cual describe como la configuración de relatos a partir de ciertos posicionamientos ideológicos.
“La imagen nunca vive sola, necesita de una constelación de relaciones con el texto, con una diagramación, con una puesta en página, con la línea editorial que sigue una publicación, con un lugar, un momento histórico. La imagen nunca permite una lectura huérfana, hay una serie de elementos a su alrededor que anclan su significado”, asevera.
El objetivo histórico del fotoperiodismo en un contexto social y político es que el fotoperiodista “siempre se supedita a unos engranajes más complejos que no puede controlar”.
Fontcuberta asevera que las agencias de fotoperiodismo nacieron frente a ese trauma, a la sensación de impotencia de que una vez que el fotógrafo hacía una imagen, perdía el control de la utilización y la función de la misma: “En términos históricos, el problema de la imagen fotoperiodística es que se debate entre la idea
del documento y la del símbolo, y por lo tanto entre la idea de la información y la propaganda”.
“La fotógrafa Margaret Boubourke-White decía que ‘la fotografía no es documento, es propaganda, pero hay que saber si es propaganda que sirve a una buena causa o a una mala’”, recuerda.
A pesar de haber tenido una formación profesional alejada a la especialización de la imagen, pero guiado por su pasión por hacer foto y sus intereses en la sociología y la semiótica, se dio cuenta desde muy joven que la imagen tenía un peso fundamental en la configuración de la opinión pública y en el debate político.
Así advirtió el uso manipulador, en muchas ocasiones, de la imagen fotográfica, es decir “cómo se aprovechaba el poder de la capacidad de convicción de la fotografía para pasar mensajes fraudulentos”, y poco a poco fue optando por un uso de la imagen mucho más crítico y dialéctico para entender y explicar el impacto que ésta podía tener en un determinado contexto social.
Fontcuberta dice que hablar de la mentira en el periodismo tiene la raíz en las reglas del juego legítimas del oficio y en la ética del profesional: “Hoy en día la información que creemos confiable no emana de medios unidireccionales, sino de las redes sociales que también son manipulables. En la era de la posverdad afecta el estado anímico más que los hechos verificables. Y la paradoja cínica de esta era es que detrás de una mentira queda un pozo imposible de llenar, y que una mentira no se combate con la verdad, sino con una mentira mayor”.
“La vida es imagen, hoy vivimos en la imagen y el problema es aprender a sobrevivir esa situación, comenta. Todo pasa por la imagen: los conflictos, la economía y la política, entre otros temas. La imagen es lo que llega a condicionar a la ciudadanía. El control de la imagen implica un poder increíble hoy en día. Hoy en día los periódicos no quieren informar, quieren influir, quieren hacer política. Los medios son los brazos del gobierno, de la oposición, de un partido o de un grupo, no hay una información fiable. Cada uno te vende un relato propio. Hay que contrastar para saber qué piensan los demás y más o menos forjar una opinión propia. Pasa lo mismo con la imagen”, finaliza.
Joan Fonctuberta fue invitado y presentó su más reciente libro en la Feria Internacional del Libro del Zócalo. Evento gestionado por la Secretaría de Cultura.