Historias Intervenidas

por Jesús Reyes Cordero

 

Délicatessen/ aguarden los cambios de luz/sobre los valles inocentes/suspiren las sillas/apaguen esa estrella/de alas azules/que bajen los ángeles/y afilen sus dagas/una pastilla naranja debajo/de la lengua se
Disuelve/por si de nada sirve amortiguar/los chillidos de agónicos/puercos sacrificados/borren esa luna/giren esas aspas/súbanle a la música.


Fotografía: ©Eduardo Román Quezada; Intervención plástica: ©Alfonso López Monreal

 

Si nosotros no hemos desarrollado hoy el gusto por los espacios irregulares se debe a que no pensamos en la casa como envoltura, como protección, sino como caja.

Fuera de algunos ejemplos aislados, los espacios curvos no aparecen en la arquitectura doméstica. Amantes de las rectas y los ángulos, nuestros objetos domésticos parten del ángulo recto, con excepción del lado derecho de los pianos de cola, cualquier desviación resulta sospechosa. La asimetría significa rareza, en el mejor de los casos exquisita, en el peor disoluta.

Bien puede ser esa consecuencia de disciplinas visualmente expresadas lo que pone fuera del límite las casas de pescadores y campesinos. Desde luego ocasionalmente se encuentra en la arquitectura vernácula simetría lateral o concéntrica, pero en general es accidental.

Las casas se van formando o deformando por adición de volúmenes sin relación entre sí, que es lo contrario de la práctica de los constructores profesionales de hacer planos definidos y realizarlos íntegramente.

Por encima de todo, la arquitectura vernácula no carece de identidad, elemento esencial para cualquier vivienda que aspire a ser digna (como la comida), es mucho más que un estilo, que no tiene paralelo en el mundo urbano.

En el pasado toda la humanidad civilizada le reconocía a la comida un carácter semisagrado, y en la necesidad de proteger las cosechas, produjo los Silos, rama esencial de la arquitectura vernácula. La casa recipiente o depósito ha sido considerada demasiado prosaica.

Los arquitectos miran mal las casas y aldeas rurales; generalmente son los artistas, escritores,  fotógrafos y músicos quienes son sensibles a su encanto. Los pintores paisajistas, especie ya casi en vías de extinción, distinguen a veces, fuerza y belleza en un aparente caos.

Es probable que el extraordinario auge que tuvo la pintura de paisaje en el siglo XX en México, haya sido sustituida por la fotografía de paisaje a lo largo y ancho del país, dadas las características y condiciones geográficas de la extraordinaria diversidad visual del paisaje mexicano y en consecuencia la proliferación de fotógrafos que han registrado los acontecimientos de muy diverso orden en el acontecer del país.

La fotografía articula la historia, imagen que se hizo relato, demuestra que la fotografía puede ser inscripción y escritura a la vez. Las fotografías de Eduardo Román Quezada se sitúan en esta tradición histórica.

Historias Intervenidas se sitúa en el ámbito específico de Zacatecas: adoberas, cascos de hacienda, pozos, bebederos circulares para los animales, mezcalerías, corrales, tumbas, cementerios, fortalezas de adobe para proteger las huertas, vestigios arquitectónicos y sitios arqueológicos: Altavista, Chalchihuites, espacios que han sido adoptados e intervenidos en función de una escenografía ritual-ceremonial primigenia, como las intervenciones pictóricas que realiza Alfonso López Monreal con algunas de las fotografías de Eduardo Román Quezada: fusión y recreación a partir de la imagen fotográfica para otorgarle una narración visual, un discurso pictórico.

Escritura sobre escritura, escritura pictórica sobre escritura fotográfica que conforma una doble, estricta fusión narrativa, logrando así volver a crear una obra plástica del paisaje en su conjunto, todo lo cual nos permite reflexionar sobre el tema de sus intervenciones: alegoría de la violencia, naturaleza muerta, evocación de víctimas inocentes del sacrificio. Este interés de Alfonso, en específico por estos temas, refleja la fuerza expresiva a través de sus composiciones, gráficas-cromáticas sobre los espacios fotográficos que Eduardo Román Quezada ha capturado en su caja a través de su ventana mágica.

Todavía nuestra casa sigue siendo nuestra envoltura: la pintura, la poesía y la música.

 

 

 

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