HISTORIA DE UNA FOTO QUE HIZO HISTORIA
Por Juan Balboa
A 21 años de la masacre de Acteal, recuperamos la historia detrás de una fotografía que se volvió emblema, a nivel internacional, de la lucha zapatista.
Noche del 2 de enero de 1998. El Hotel Casa Vieja de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, era un “panal” de fotógrafos. Habían llegado por el aniversario de la irrupción zapatista, seguros de que habría otra masacre como la de Acteal o de que el Ejército Mexicano irrumpiría en las zonas donde se movía el subcomandante Marcos. Tras lo ocurrido en Acteal (45 personas fueron asesinadas por un grupo de paramilitares el 22 de diciembre de 1997), en el municipio tsotsil de Chenalhó, el mismo donde se ubica X’oyep, las empresas de medios de comunicación nacionales y extranjeras enviaron a un “enjambre” de fotógrafos que ansiaban lograr “la foto”.
Pedro Valtierra coordinaba a tres fotógrafos de La Jornada. El mismo número tenía en Chiapas el periódico Reforma y, otros, como El Universal, eran equipos de dos, por lo menos. Esa noche del 2 de enero, pobladores de Chenalhó nos habían informado que habría “algo caliente en X’oyep”, una comunidad tsotsil que no aparecía en el mapa de la guerra contra el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (ezln) pero está ubicada en la carretera que conduce a Acteal.
Me trasladé al Hotel Casa Vieja para platicar con Valtierra, intentaría convencerlo de que nos acompañara al día siguiente, muy temprano, a X’oyep. Él ya había hecho planes para viajar a la Selva Lacandona, en especial a San Quintín, uno de los principales campamentos del Ejército Mexicano ubicado en el municipio de Ocosingo. Regresé a casa. Acordé con el videoasta Carlos Martínez Suárez viajar juntos.
En la noche, casi madrugada, recibí una llamada de Pedro informándome que iría con nosotros “si todavía hay un lugar para mí”. El 3 de enero de 1998, sólo 10 días después de la terrible matanza de Acteal, ya viajábamos de San Cristóbal a X’oyep; pasamos el desvío al municipio de San Andrés Larráinzar, atravesamos la cabecera municipal de Chenalhó y llegamos a una pequeña casa poco adelante de la comunidad de Yabteclum, donde dejaríamos el jeep para emprender una caminata de unos 5 kilómetros de montaña, la cual nos dejó exhaustos.
11:05 / SORPRESA Todo era tranquilidad y armonía en la comunidad. Los tres nos preguntábamos si de verdad habría “algo caliente”. Preguntamos por la actividad. La respuesta fue la misma: “Paciencia, paciencia…” Una hora después vimos mucho movimiento; mujeres y hombres aparecían como fantasmas por todas partes, gritaban en su lengua materna algo que no podíamos traducir y caminaban, todos, hacia un lugar específico.
De súbito, como si la sorpresa fuera parte de su fuerza, siluetas de mujeres jóvenes y niñas aparecieron —muchas con bebés en los brazos y la espalda— en el camino rumbo a la punta de la montaña de X’oyep. Niños y hombres las seguían con andar lento, cautelosos. En menos de cinco minutos todos rodearon a los militares que montaban un campamento y serían más tarde protagonistas de uno de los hechos más peligrosos desde que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional declarara la guerra, el cual pudo tener un desenlace fatal. Serían unos 300 metros de caminata. Consignas, gritos. Tsotsiles apareciendo en áreas de árboles frutales. Ahí estaba el objetivo de la comunidad: un grupo de unos 50 militares que habían llegado a construir una base –el campamento 20 en todo el territorio de Chiapas, en ese momento– en un cerro estratégico desde donde se divisaba una de las cañadas del municipio de Chenalhó, presuntamente zona que servía de camino a miembros del ezln.
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