FOTOPERIODISMO: LABOR DE VALIENTES

Por Carolina Romero
A la par de los soldados, en la línea de fuego, está ella. Se mueve entre humaredas, bombas y disparos en pleno campo de batalla. Siempre carga su arma bajo el brazo y, cuando apunta y dispara, convierte los instantes de la guerra en fotografías.
El trabajo de Andrea Bruce es ser testigo, observar y capturar la muerte, rabia, violencia, llanto, dolor y devastación que traen consigo los conflictos armados que ha atestiguado.
Primero fue Baréin, en el Golfo Pérsico; luego en Afganistán, Irak, Israel e incluso México, la fotoperiodista estadounidense ha usado su cámara como un factor de cambio para generar consciencia en las personas e intentar que, eventualmente, las terribles situaciones que acontecen en el mundo cambien.
Para lograr eso, Andrea ha vivido a la merced del peligro casi desde que empezó su carrera como fotógrafa. En su vida nunca hay certezas de lo que va a pasar, ni siquiera la de si al día siguiente podrá contar lo que retrató en sus fotos.
“Es peligroso e impredecible, pero también lo es manejar un auto, creo”, comenta la fotógrafa, pero “lo más difícil es que el sitio donde trabajas no es tu país (…) y representar una cultura que no es tuya es una gran responsabilidad”.
Para ella, la fotografía es apenas una pequeña fracción de lo que se necesita para poder contarle al mundo de sus más profundas tragedias, pues considera que lo más importante del fotoperiodismo es que el fotógrafo sepa el sentido y propósito de su trabajo; que sepa mantener la calma en los momentos de crisis y guarde un profundo amor por las causas y las personas por las que lucha con su cámara.
“Si estás ahí por fama o popularidad, estás en el lugar equivocado. De verdad tienes que entender por qué estás haciendo lo que estás haciendo y tener la habilidad de tomar decisiones que te mantengan a salvo a ti y a tu equipo”, añade.
Sin embargo, desde que Andrea empezó a vivir la pérdida de varios de sus amigos y colegas que fallecieron durante la cobertura de conflictos armados, se ha alejado de la línea de fuego.
“Las personas no enseñan a las nuevas generaciones a tener el valor que tienen los fotoperiodistas a pesar de que somos muy importantes, nuestra sociedad no sobreviviría si no tenemos periodismo”.
Andrea dice no tener la respuesta a la situación de violencia que vive la prensa mexicana en su propio territorio; sin embargo, como tallerista de Foundry Photojournalism Workshop, su idea es la de enseñar a las nuevas generaciones de reporteros en México a tener las herramientas necesarias que los ayuden a manejar las situaciones de riesgo.
“En este trabajo no importa si eres hombre o mujer, todos tenemos miedo y claro que a veces pensamos en renunciar, (…) pero nuestro trabajo es estar ahí y esperar la foto”.
Asimismo, en su mente ronda la idea de formar una coalición que combine el poder de acción de los fotógrafos mexicanos y extranjeros para trabajar en contra de la intimidación a la prensa, y así reportear juntos para visibilizar las situaciones de conflicto en México.
“Somos relevantes y debemos estar seguros, eso es algo de lo que muchos gobiernos no están conscientes y por eso es importante para mí ayudar a las personas a tener las herramientas, verlos aprender y mejorar para contar sus propias historias”.
“Todos necesitamos ayuda, todos necesitan alguien que los ayude, que los inspire, que les enseñe a hacer contactos, les dé dirección y los impulse. Yo aún lo necesito”.
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