EXPOSICIÓN. PASIÓN POR LO COTIDIANO, DE PEDRO VALTIERRA
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Así como el viejo que guía sus pasos por el sendero trazado por las vías del tren –en una imagen tomada en algún lugar de Zacatecas hace casi 30 años–, Pedro Valtierra camina por la vida con un destino preciso, marcado por él mismo, creado por la vocación del fotoperiodista pero también por esa necesidad tan suya de mirarlo todo a través de la lente.
Ha buscado la imagen en medio del conflicto, revelado en cuartos oscuros improvisados, cargado con la cámara todos los días y dirigido una agencia que se consolidó como semillero de nuevos fotoperiodistas. Con esos 40 años de oficio, muchas de sus imágenes han dado la vuelta al mundo o se han convertido en íconos utilizados aquí y allá, como si tuvieran vida propia.
Aunque su obra más conocida –por haber sido la más divulgada– es la realizada durante las guerras intestinas de El Salvador, Guatemala, Nicaragua, Haití; la lucha sui generis que se sigue librando en la República Árabe Saharahui, y los movimientos magisteriales, estudiantiles y sociales, hay una faceta “esparcida” en periódicos y revistas y, sobre todo, en su propio archivo: el que aún guarda mucho por ser explorado.
Se trata de la mirada de lo cotidiano. Verla es darse cuenta de que Valtierra es un caminante perpetuo y un observador en alerta permanente. No hay otra manera de explicarse la búsqueda constante del detalle oculto en una calle oscura; el instante justo en que una figura traspasa un umbral; las figuras y formas que caracolean a través de una escena o la traspasan en extrañas formaciones, o el cuadro construido por los personajes en un entorno que da sentido a la ironía.
Por ello, el Museo Zacatecano presenta ahora esa otra cara menos conocida de su trabajo y desvela algunas imágenes inéditas que han permanecido guardadas durante años mediante diez ejes que representan en gran medida una constante en su pasión por lo que vemos todos los días sin mirarlo siquiera.
Ahí está, sin duda, la mirada. Quien mira busca otras miradas. Son ojos que miran a otros plasmados en una imagen, como aquella donde un fragmento de multitud mira al Papa Juan Pablo II. Y no es el pontífice el foco: son los otros, los que lo miran.
Están los niños que reflejan en cierta medida una especie de deseo por recuperar la inocencia de su propia infancia y las mujeres, admiradas guerreras, dignas madres, bellas que son vistas por otros.
Se presentan las escenas urbanas que dejan transparentar algo de su niño rural todavía asombrado por la ciudad o juegan con la ironía del instante, y su clarísima preocupación por la importancia de la educación.
Más en el ámbito de lo estético, hay una serie que incita a seguir el movimiento de los elementos que componen la imagen; otra en la que es casi inevitable dejar de contar pues los números llegan a la mente, y una más que permite ver al ser humano, en solitario, en diversos ambientes.
Ese otro carácter más lúdico permite hablar a los muros en una serie en la que la foto no puede prescindir de ellos, y la última en mencionar, la de los caminantes, nos concede la oportunidad de ir junto a él, siempre mirando la oportunidad de retratar el andar para que los retratados sigan su sendero, como él, fotógrafo andariego que no puede dejar de mirar.
La muestra Pasión por lo cotidiano se presenta en la Fototeca de Zacatecas.
Ha buscado la imagen en medio del conflicto, revelado en cuartos oscuros
Aunque su obra más conocida –por haber sido la más divulgada– es la realizada durante las guerras intestinas de El Salvador, Guatemala, Nicaragua, Haití; la lucha sui generis que se sigue librando en la República Árabe Saharahui, y los movimientos magisteriales, estudiantiles y sociales, hay una faceta “esparcida” en periódicos y revistas y, sobre todo, en su propio archivo: el que aún guarda mucho por ser explorado.
Se trata de la mirada de lo cotidiano. Verla es darse cuenta de que Valtierra es un caminante perpetuo y un observador en alerta permanente. No hay otra manera de explicarse la búsqueda constante del detalle oculto en una calle oscura; el instante justo en que una figura traspasa un umbral; las figuras y formas que caracolean a través de una escena o la traspasan en extrañas formaciones, o el cuadro construido por los personajes en un entorno que da sentido a la ironía.
Por ello, el Museo Zacatecano presenta ahora esa otra cara menos conocida de su trabajo y desvela algunas imágenes inéditas que han permanecido guardadas durante años mediante diez ejes que representan en gran medida una constante en su pasión por lo que vemos todos los días sin mirarlo siquiera.
Ahí está, sin duda, la mirada. Quien mira busca otras miradas. Son ojos que miran a otros plasmados en una imagen, como aquella donde un fragmento de multitud mira al Papa Juan Pablo II. Y no es el pontífice el foco: son los otros, los que lo miran.
Están los niños que reflejan en cierta medida una especie de deseo por recuperar la inocencia de su propia infancia y las mujeres, admiradas guerreras, dignas madres, bellas que son vistas por otros.
Se presentan las escenas urbanas que dejan transparentar algo de su niño rural todavía asombrado por la ciudad o juegan con la ironía del instante, y su clarísima preocupación por la importancia de la educación.
Más en el ámbito de lo estético, hay una serie que incita a seguir el movimiento de los elementos que componen la imagen; otra en la que es casi inevitable dejar de contar pues los números llegan a la mente, y una más que permite ver al ser humano, en solitario, en diversos ambientes.
Ese otro carácter más lúdico permite hablar a los muros en una serie en la que la foto no puede prescindir de ellos, y la última en mencionar, la de los caminantes, nos concede la oportunidad de ir junto a él, siempre mirando la oportunidad de retratar el andar para que los retratados sigan su sendero, como él, fotógrafo andariego que no puede dejar de mirar.
La muestra Pasión por lo cotidiano se presenta en la Fototeca de Zacatecas.