ÉXODO INVOLUNTARIO. REPORTAJE DE PEDRO ANZA
Texto y fotos por Pedro Anza
Han pasado ya más de 15 meses desde que el gobierno guatemalteco, a través del Consejo Nacional de Áreas Protegidas (CONAP) accionando con un operativo de más de 1400 policías, 400 militares y personal del CONAP desalojó de su comunidad y viviendas a los habitantes de la aldea Laguna Larga, situada en el llamado Triángulo Candelaria en la Reserva de la Biosfera Maya, en el departamento El Petén.
Hasta el día de hoy, de la aldea sobreviven solamente las ruinas, el pasto ha crecido y deja ver apenas los restos de las viviendas, iglesias y establecimientos, inmuebles que fueron destruidos con moto sierras y quemados aquella noche del 2 de Junio del 2017, por el elementos del ejército nacional.
La escuela sigue en pie, ocupada por un destacamento militar del ejército Guatemalteco, el cual la organización defensora de Derechos humanos “Voces Meseoamericanas”, quienes han acompañado a los desplazados guatemaltecos, asegura se trata de un “Batallón Kaibil Destacamento Militar Laguna Larga”.
Los 490 habitantes de Laguna Larga sobreviven hoy y desde la noche del desalojo en la línea de demarcación entre México y Guatemala en donde establecieron su campamento. En el año 2000, indígenas y ladinos, provenientes de distintas regiones de Guatemala como Ch’orti’s de Chiquimula, Q’eqchi’s de Petén e Izabal, Kakchiqueles del altiplano, entre otras, se asentaron en esta localidad que se encuentra a sólo 3 kilómetros de la línea fronteriza entre los dos países.
Autoridades mexicanas del Instituto Nacional de Migración y Grupo Beta apoyaron a los desplazados guatemaltecos durante las primeras semanas del desalojo con asistencia médica y alimentos enlatados, el día de hoy los Guatemaltecos desplazados no reciben apoyo por parte de ninguno de los dos gobiernos, algunas organizaciones como Voces Mesoamericanas y Médicos Sin Fronteras han asistido a los guatemaltecos ubicados en los linderos de Guatemala y Campeche.
Las condiciones precarias de vida ante la pérdida de sus tierras ha obligado a los hombres de la comunidad a emplearse como peones en las fincas del ejido de “El Desengaño” en suelo mexicano, trabajando por 150 pesos el día y regresando los fines de semana con sus esposas, hijos y ancianos. Se abastecen de alimentos en el ejido, a 5 kilómetros de la línea fronteriza del lado mexicano, atravesando un camino enlodado en el cual la camioneta 4×4 que sobrevivió al desalojo, llamada con cariño “El Rey del Lodo”, apenas puede transitar en días lluviosos.