EVOCAR EL TIEMPO SUSPENDIDO
La fotografía es una fugitiva. Nunca más estar completamente presente, pero tampoco estar completamente ausente.
Geoffrey Batchen
Al traspasar la puerta de esos espacios, Humberto Ríos vislumbró un mundo donde persisten los ritos de la teatralidad social padece una suerte de nostalgia que le lleva a registrar ecos que reverberan en la materialidad; al traspasar la puerta de decenas de estudios fotográficos que sobreviven en el país, vislumbró un mundo donde persisten los ritos de la teatralidad social, artificios que evocan un
Tiempo suspendido, 16 imágenes que ahora penden de las paredes de la Sala Nacho López de la Fototeca Nacional, en Pachuca, Hidalgo, conforman la exposición y representan signos de un espacio-tiempo congelado por el olvido.
Mientras una camisa de blanco desvanecido cuelga solitaria de un gancho, e invita a pensar en los rostros adustos que posaron frente a la cámara; un cortinaje de caída aristocrática parece extrañar los momentos en que solía enmarcar retratos de familia.
Cada uno de esos escenarios, explica el joven fotógrafo, es la conjugación de diversos tiempos. Así, el estudio que otrora sirviera para capturar un momento premeditado, ha quedado atrapado en la gravedad cero de la imagen: un tiempo ido, traído al presente para su permanencia.
En Tiempo suspendido, el fondo es forma y viceversa, de manera que estas imágenes evocativas son alquimia fotográfica en estado puro.
Para el artista, “la fotografía fue una invención argentífera que dio al ser humano la posibilidad de resucitar, de trascender en el tiempo. Esa promesa continuó con la fotografía análoga, sin embargo, lo que tenemos en la era digital es una imagen efímera y la posibilidad de representarse a uno mismo, que era el fin de quien acudía al estudio fotográfico. Ahora las fotografías están hechas en el tiempo, pero no de tiempo”.
Desde sus inicios en la fotografía, la búsqueda de Humberto Ríos se ha enfocado en los espacios donde la presencia humana deja huella indeleble.
“Tiempo suspendido lo emprendí como un reto para hablar de lo que fue la fotografía, o mejor dicho, de la construcción del ser a través de la fotografía. Considero que es un proyecto arqueológico y, de alguna manera, las imágenes en el platino/paladio o las piezografías, con esa película fantasmagórica que tiene, se convierten en metáfora de esos rastros de presencia humana”.
A partir de su formación como fotógrafo y maestro en artes visuales, Humberto Ríos quiso desarrollar la función del telón en la historia del arte, yendo a un espacio que si bien es público, también es íntimo, es sagrado y profano al mismo tiempo: el estudio fotográfico. Ahí la gente concurre para construirse a sí misma y evocarse a partir de sus parámetros de belleza o desde sus aspiraciones de ascenso social.
Durante tres años, el fotógrafo indagó sobre estudios fotográficos que permanecen en barrios y colonias de México, encontrándose en algunos casos con verdaderas leyendas urbanas. Mas uno tenía las cortinas abajo, aun así pudo entrar y registrar los testimonios de un tiempo ido: un simple cuadro blanco pintando en la pared para las llamadas “fotos de credencial” o un atrezo desvencijado que sirvió de escenografía para quinceañeras.
A lo largo de ese itinerario, pudo comprender los secretos de una práctica en desuso, de un rito que se extingue poco a poco, abandonando el espacio íntimo del estudio fotográfico por el fondo abierto del jardín o la plaza pública, la renuncia al juego de la representación.
Tiempo suspendido permanecerá en la Sala Nacho López de la Fototeca Nacional (Ex Convento de San Francisco, Casasola s/n, Pachuca, Hidalgo) hasta el próximo 5 de agosto.
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