EL TELESCOPIO INTERIOR

Galo Ramírez
 
Familia: Fotógrafo
Género: documentalista
Especie: realista
Sub especie: comprometida
Variedad: militante
Especie en vías de extinción . Sobreviven penosamente algunos ejemplares dispersos e varias latitudes).1
Rodrigo Moya, fotógrafo solitario, alejado de protagonismos, y quien prefiere ver sus foto en un cartel de una protesta estudiantil o sindicato que en un museo, su compromiso en su vida de fotógrafo, ha sido con la realidad en la que le tocó vivir y con la fotografía misma. Está contento del libro que editó Patricia Gola y Alejandra Pérez Zamudio, Rodrigo Moya. El telescopio interior, Centro de la Imagen 2014. Recuerda que en sus tiempos hacer un libro de fotografía “era como pedir una casa en Tecamachalco”.
Libro divido en dos capítulos el primero “Moya por Moya” que compila escritos y reflexiones sobre el acontecer fotográfico, sus inicios en la fotografía, sus temas, inquietudes, su encuentro con Ernesto “Che” Guevara su amistad con Nacho López y Manuel Álvarez Bravo, se incluye un cuento “La Parker 51”con el que ganó un premio en el XXXVI Concurso Latinoamericano de Cuento Edmundo Valadés en 1997 .
La segunda parte “Moya por los otros” recoge acercamientos a la forma de fotografiar y su nulo interés por asumir papeles protagónicos en el mundo fotográfico, visto desde la perspectiva de amigos, fotógrafos e historiadores de la fotografía.

rodrigo-moya
El telescopio interior
A los 20 años inició sus primeros acercamientos con la fotografía, su tutor y amigo fue Guillermo Angulo a quien se refiere como un verdadero “maestro renacentista” y quien le enseñó “a sentir la luz”; su guía intelectual fue el crítico portugués José Antonio Rodríguez, de ambos personajes se nutrió Rodrigo Moya en su paso por el fotoperiodismo.
En platica con Cuartoscuro habla sobre la amistad que tuvo con Manuel Álvarez Bravo y  Nacho López. Recuerda que fue a través del critico José Antonio Rodríguez como conoció a Manuel Álvarez Bravo con quien hizo un par de viajes uno a Teotihuacan y otro a Ixmiquilpan, dice que lo vio como una persona apacible, era un fotógrafo que salía a buscar una foto y la convertía en poesía, todo lo contrario a la visión fotoperiodistica con la que trabajaba Moya.
“Álvarez Bravo era lo contrario de Nacho era un hombre amable pero reservado, Nacho era amable, desmadroso y compartía mucho lo que sabía, era dos polos opuestos quizá por eso no hubo un acercamiento entre Nacho y Manuel”.
Su relación con Nacho López la  califica de “intensa”, platicaba mucho con él y veía su forma de producir fotografía, esa era la meta para Moya, trabajar y producir con el compromiso que lo hacía Nacho López, aunque cuando lo alcanzó, Nacho ya iba en retirada, “en 1955 yo empiezo a trabajar en serio y Nacho comienza su retiro, Pedro Valtierra nace, hay un eslabón curioso entre tres generaciones”.
Con Nacho López discutió el tema de integrarse y participar en el Consejo Mexicano de la Fotografía, acudió a algunas reuniones preparatorias donde notó, que se regían bajo la voz de Pedro Meyer quien se imponía a los jóvenes fotógrafos que en ese tiempo despegaban como Pablo Ortiz Monasterio, José Luis Neyra, Anibal Angulo, fundadores del CMF, dice que todo mundo tuvo que ver con el CMF y que tuvo su época de oro, pero que poco a poco se fue diluyendo por que de alguna u otra forma se excluyó a fotógrafos que mostraban desacuerdo con la forma de conducción del mismo.
“La personalidad de promotor y empresario que tiene esencialmente Pedro Meyer destacaba, era como el rey y los peones”. Así se dio cuenta que no compaginaría con la personalidad de Meyer por lo que decidió alejarse y seguir con su trabajo de la revista que editaba “Técnica pesquera”.
Así durante mucho tiempo no supo nada de exposiciones, fotógrafos, vanguardias ni nada que tuviera relación con la fotografía. Su trabajo estaba dedicado al mundo del mar. Fue hasta que como buen lector buscaba un libro y se apareció ante sus ojos la edición que Luna Cornea dedicó al fotógrafo Agustín Jiménez y le llamó la atención porque la portada era una foto de una persona en una rueda de la fortuna un contra luz, se le movió el sentimiento casi aseguraba que era su foto, adquirió el ejemplar y descubrió al vanguardista Jiménez.
Ese fue uno de los primeros jalones que los hicieron regresar a su archivo, cuenta que se tardó en encontrar la foto pero la halló y le sorprendió que en tiempos diferentes haya miradas paralelas con el mismo interés fotográfico. Fue hasta que se mudó a Cuernavaca en busca de una ambiente más tranquilo para su salud que “flotó” el archivo fotográfico, en el libro se incluye esta frase:
“Soy que fotografié y lo que vi,
esa es la suma de Rodrigo moya.
Explorara de esa mina tridimensional
ese laberinto con pozos y pasadizos
fue buscarme a mi mismo”.
Fiel a su estilo considera que la foto documental “es la madre de toda la fotografía” afirma que todo tipo de fotografía ya sea subjetivista , biográfica tiene un toque documental; pero el documental en serio se enfoca a documentar a la sociedad con sus maravillas y desencantos dice que el documentalismo “le quita al hombre el peligro de caer la vanidad y la envidia, porque te das cuenta como viven los demás, lo calibras desde la cámara con tus ojos, con tus lecturas, con lo que has visto y si lo documentas bien de alguna forma va a servir para la historia de tu país de lugar y de ciertos hechos”.
El maestro Moya siempre ha preferido que sus fotos se impriman en algún cartel de protesta social o que se encuentren colgadas en un sindicato, ni un su casa acostumbra a vestir sus paredes con fotografías de su propiedad. Lo que le trae a colación una anécdota
“En el 68 yo imprimí clandestinamente un cartel de “El Che” se lo di al comité de huelga, y se vendió cerca de mil a 10 pesos cada uno. »
Sobre la forma en que se trata la fotografía en las publicaciones contemporáneas, no le gusta, afirma que los medios están en crisis y que se impone la mirada del diseñador antes que la periodística.
……
Rodrigo Moya. El telescopio interior, Patricia Gola y Alejandra Pérez Zamudio. Conaculta/Centro de la Imagen. 2014. 234 pp.Se presentó en la 42 edición del Festival Internacional Cervantino donde se dedicó un homenaje a Rodrigo Moya por su 80 aniversario y en abril de 2015 se presentó en la Biblioteca Vasconcelos con el apoyo del Centro de la Imagen. El libro se encuentra a la venta en librerías Educal

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