El gallo de oro. La fascinación de Rulfo por la imagen visual
Por Anasella Acosta
Juan Rulfo tenía una fascinación por la imagen visual. En las décadas de los cuarenta y cincuenta del siglo pasado es ya un fotógrafo consolidado aunque no publicado. Cuando aparece Pedro Páramo, en 1955, él ya está buscando otros caminos creativos, expresa Douglas Weatherford, especialista en la obra de Rulfo y autor del análisis que incluye la nueva edición de El gallo de oro, publicada por RM, en el que se refiere a la conexión de esta novela con el cine.
En entrevista con Cuartoscuro destaca la relación que establece Rulfo entre la imagen visual y el texto escrito. De hecho, menciona, “en un estudio que se publicó hace en un par de años, sugerí que Rulfo a lo mejor se basó, en parte, en la película del Ciudadano Kane, de Orson Welles, para escribir su novela Pedro Páramo”. Lo seguro es que, agrega, el escritor oriundo de Jalisco “imagina la importancia visual de lo que escribe, y aunque se reconocía como escritor buscaba otros caminos creativos, principalmente en la foto, pero también en el cine. Así es como tuvo un enredo breve pero importante con éste.
Weatherfor enumera esa relación de Rulfo: En 1960 trabaja con Antonio Reynoso para El despojo, con un guión breve. En 1961 con Carlos Velo busca localidades para la filmación de Pedro Páramo, que no saldría hasta 1966. En 1962 sale Paloma Querida, en la que trabajó de alguna manera con Emilio Fernández en el guión. Y 1964 es de mucha importancia: sale La fórmula secreta que contiene un fragmento escrito por Rulfo, El gallo de oro sale por primera vez y Rulfo aparece como extra en la película En este pueblo no hay ladrones de Alberto Isaac, una adaptación de un cuento de García Márquez en el que también participan Luis Buñuel, Carlos Monsiváis, Arturo Ripstein y el propio García Márquez, todos amigos del director.
Después, comenta el especialista, participa muy poco; por alguna razón se decepcionó con la posibilidad de trabajar en el cine. Parte del problema fueron las malas adaptaciones de su obra, especialmente Talpa y El gallo de oro que fueron dos películas que no lograron representar fílmicamente el mundo que Rulfo imaginaba en sus textos.
En esta nueva edición, Weatherford sugiere que El gallo de oro debe entenderse por la conexión que tiene con el cine, pero debe leerse como texto literario.
¿Qué rasgos son de enorme valía en El gallo de oro en términos humanos?
Es un texto rulfiano sin duda. Lo que a mí me gusta son los personaje y las descripciones, que son de las mejores en la obra de Rulfo. Los personajes como Dionisio Pinzón, que a veces se parece a Pedro Páramo, y la Caponera, Bernarda, que es una mujer que le interesaba mucho a Rulfo que, como Susana Sanjuan, es tal vez más símbolo que mujer de carne y hueso, pues representa la fascinación que los hombres tienen por las mujeres que pueden representar algo que no tienen, algo que han perdido.
¿En el caso de Dionisio qué es eso que perdió?
Me gusta por lo que representa para México a mediados del siglo XX. Lo veo como una figura que en los años posrevolucionarios en México —cuando los muralistas, el Cine de Oro, el arte y política mexicanas tratan de buscar una forma de romantizar el pasado y declarar que México es un país en avance hacia un futuro mejor, hacia la modernidad— a Rulfo parece servirle, igual que Pedro Páramo, para decir que debemos tener cuidado en aceptar esa imagen de México cuando hay personajes como Dionisio Pinzón: tan pobre y que no puede salir de su situación social y económica trabajando, y que prefiere lanzarse a las peleas de gallo, buscar el azar para encontrar una vida mejor en un México que a mediados de siglo no ofrece al campo mexicano, al pobre, una forma buena de salir de su desesperación
¿Algún parangón con la situación actual?
Eso queda en los lectores.