APUNTES DE UN FOTOGRAFO ENVIADO A LA GUERRA
Por Pedro Valtierra
Mi primer viaje a Nicaragua fue en abril, cuando un grupo del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) de Nicaragua tomó el pueblo de Estelí, que está al norte, a unos 200 kilómetros de la capital.
Me acompañó el reportero Guillermo Mora Tavares, originario de Aguascalientes, y —aquí vale la pena recordar algo muy común, aún en ese momento— yo era “su fotógrafo”. Así se estilaba en esos años: el reportero mejor cotizado se ufanaba de ir con“su fotógrafo”. Incluso en las entrevistas que tenían con los políticos, el fotógrafo sólo entraba unos minutos y el reportero le indicaba de qué ángulo quería las fotos y la cantidad.
Me tocó, por ejemplo, con Santos Llorente en Veracruz, para El Sol de México, cuando fuimos a entrevista en la Aduana a uno de los funcionarios, me dijeron “toma un par de fotos y te sales”, así lo hice. Bueno pues, volviendo a la historia de mi viaje a Nicaragua, debo decir que iba “con mi reportero Guillermo”.
No recuerdo la aerolínea, pero hicimos escala en San Salvador y Guillermo se compró un Cognac VSOP, muy caro para nosotros —o mejor dicho— para mí. Le costó 500 dólares, lo que nos habían dado a cada uno para el viaje, que por cierto —a él se lo dieron—. Yo no llevaba nada, más que 200 dólares míos que tenía ahorrados, pues era costumbre en algunos medios que en los viajes el dinero se lo dieran al reportero. Eso hacía que el fotógrafo dependiera en todo momento de él. Sin embargo, a lo largo de mis viajes me di cuenta de que en otros países no ocurría eso, y que en muchos casos los fotógrafos que son enviados a la guerra o a países en conflicto suelen ganar más que los reporteros.
Pero volvamos al viaje. La toma de Estelí era la nota internacional. Decenas de reporteros de Argentina, Brasil, Chile, Estados Unidos, Francia, Suecia, Holanda, Colombia, España, Italia y otros países llegamos a Nicaragua. De México íbamos, entre otros, Francisco Pico y un reportero de La Prensa; no recuerdo si Antonio Reyes Zurita, fotógrafo tabasqueño de Excélsior estaba allí.
De inmediato nos trasladamos a Estelí en un auto rentado por el unomásuno y La Prensa. Yo iba entusiasmado, pero un poco nervioso. Mi experiencia profesional era apenas de tres años. Conocía de cerca el tema de la violencia pues había cubierto en dos periodos a la policía; primero para El Sol de México (1977) y unomásuno (1978); sin embargo, nunca en una guerra.
Se decían muchas cosas. Rafael Cardona, reportero y quien sustituía a Marco Aurelio Carballo en la coordinación de información, me había escogido para que viajara a Nicaragua y se lo propuso al director Becerra Acosta, quien accedió —según me dijo—. Yo apenas llevaba 7 meses en el unomásuno, entre el 20 de octubre de 1978, quizá mi trabajo les había gustado y por eso me pusieron a prueba.
No se podría entrar. Esperamos varios días allí en la entrada del pueblo, bajo el calor. Llevaba dos cámaras: una Nikon F con un lente 35mm y un 24mm que me había dado Christa Cowrie, nuestra jefa en el periódico. También llevaba una Leica M3 con un lente 50mm, un Zoom 80-200 Soligor y unas 30 cargas de película Trix-X blanco y negro de 36 exposiciones 400 ASA. Por eso no se podían tomar muchas fotos y —como me había dicho Manuel Madrigal, mi maestro de foto en la Presidencia de la República— “pocas, porque no es cine; no hay que ser tan cochino disparando muchas fotos. La película cuesta y no la regalan”.
Salimos muy temprano, apenas amaneció, decenas de periodistas enfilaron hacia Estelí: cada carro con sus banderas blancas y letreros en el toldo y las puertas, por todos lados, para que vieran y no nos fueran a disparar porque íbamos en bola.
Nicaragua no se parecía a Fresnillo, mi tierra. Había mucha flora, estaba verde, pero el cielo no era tan azul y sí había nubes y mucho calor húmedo….
Continuará.