Andrea Murcia, fotoperiodista de Cuartoscuro, gana Premio Nacional de Periodismo
Andrea Murcia, fotógrafa de CUARTOSCURO, fue galardonada con el Premio Nacional de Periodismo en la categoría de Foto por su imagen Valla 8M, la cual, en palabras de la propia autora: «busca crear una reflexión entre los espectadoras de todas estas cosas que hacemos desde el privilegio, como defender monumentos, ignorando el hecho de que 11 mujeres son asesinadas cada día en México».
Hace seis años Andrea dejó todo en Guadalajara para buscar una oportunidad en esta rama del periodismo al hacer sus prácticas en la Agencia Cuartoscuro: «Este premio es una manera de sentir que vas por buen camino y debes confiar más en ti. Apostar por un fotoperiodismo con perspectiva de género es difícil y saber que hay camino para mí y sobre todo para las próximas generaciones de mujeres es muy chido».
A pesar de que este galardón es una manera de honrar la labor periodística en México y ayuda a dignificarla, para la fotógrafa no todo es celebración, pues la situación de la violencia de género no ha cambiado desde hace un año que fue tomada la imagen: «este premio me genera un sentimiento agridulce, porque quisiera decir que este tema ahora, después de un año que tomé la foto, ha evolucionado, pero siguen los feminicidios, la violencia, la desigualdad. Ojalá que esta foto ayudara para romper estos estigmas de que las fotógrafas no podemos, pero también que se pudiera replantear que estamos haciendo como sociedad para visibilizar todos los casos de violencia de género. No me puedo quedar solo con el ego y decir: -qué felicidad- y mientras ignorar lo que sigue ocurriendo».
Con esta misma fotografía, la jalisciense ganó en 2021 el Premio Alemán de Periodismo Walter Reuter
La historia detrás de la foto por Andrea Murcia
Cada día, una de las primeras cosas que hago antes de alistarme para ir a trabajar es leer las portadas de los medios de comunicación. Las decenas de notas rojas sobre feminicidios que observo me sofocan, porque son muestra de una realidad que sólo puede traducirse como una emergencia nacional en la que, diariamente, 11 mujeres y niñas no regresan a casa porque fueron asesinadas.
Para el 8 de marzo de 2021 quería volar el dron —nunca lo había hecho porque me daba miedo—, así que un día antes de la marcha me levanté antes del amanecer para practicar, agarrar “la luz bonita” y poder hacer una foto panorámica.
Acudí temprano al Zócalo de la Ciudad, donde el presidente Andrés Manuel López Obrador había dispuesto colocar un muro para proteger Palacio Nacional ante las posibles acciones de las manifestantes. Sin embargo, ellas ya lo habían convertido en un memorial para recordar a todas las mujeres asesinadas cuyos casos han quedado impunes.
En lo que buscaba las fotos, me encontré con Barbara, una niña curiosa que se acercó a preguntarme cosas sobre el dron. No le hizo mucho caso a mi respuesta articulada y siguió corriendo con su papalote por una plaza adonde aún no llegaban los rayos del sol. Me quedé mirándola.
Mientras otros fotógrafos y camarógrafos buscaban la foto de la valla, algo histórico y doloroso, ahí estaba una niña que jugaba. Comencé a tomarle fotos. Honestamente, entonces todavía no conectaba mis ideas. Quería fotografiarla con la alegría con la que volaba su papalote. “Quizás serviría para vida cotidiana”, pensé, pero Bárbara empezó a correr alrededor de mí y me sonreía.
Detrás de nosotras había una muralla de metal con nombres de mujeres y niñas que ya no volvieron a casa… no alcanzaba para todos los nombres, no hay suficientes monumentos y palacios que alcancen para contarlas a todas. Ella corría con una enorme sonrisa en el rostro, eso sí, rápido para que no dejará de volar su papalote… y ahí hice click. Nunca pensé que hubiera podido capturar un momento que marcó tanto mis sentimientos, pero, al parecer, así fue.